domingo, 19 de agosto de 2012

La escritura del caso: testimonio y transmisión

Me interesa introducir algunas preguntas, que surgen bajo la forma de insistencias sobre el tema que he seguido estudiando hace algún tiempo. Me interesa una versión de la transmisión, y esta es la transmisión del psicoanálisis. Quisiera acotarlo un poco más, sabemos desde Freud que la transmisión del psicoanálisis es posible bajo tres lugares comunes: análisis personal, supervisión y formación permanente. Un paso más, quisiera interrogar la transmisión en la clínica, que requiere de un momento posterior de elaboración, de producción, de un hacer con el material clínico, para compartirlo con otros, en su publicación. Es decir, a partir del caso escrito en psicoanálisis dar a conocer una práctica, una experiencia inédita, siempre singular que se transmite bajo la forma de relato de una experiencia única e irrepetible. Me gustaría ir situando el problema del caso clínico a través del ejercicio interrogar aspectos que parecen obvios, pero que pueden abrir cuestiones interesantes. Podría pensarse que un caso clínico, en un nivel estaría comunicando un “saber hacer”, con fines didácticos, una forma de pedagogía, ciertas ejemplificación de lo clínico. Otro registro es pensarlo como la posibilidad comunicar algo nuevo, que se sustrae a lo habitual, en ese sentido enseñaría con su novedad. ¿cómo pensar el caso clínico en psicoanálisis, cuál es su particularidad? Eric Laurent refiere que “un caso es un caso si testimonia, y lo hace de la incidencia lógica de un decir en el dispositivo de la cura, de su orientación hacia el tratamiento de un problema real, de un problema libidinal, de un problema de goce.” (Laurent, pág. 16). Es un testimonio escrito, sobre aquello que ha ocurrido en el dispositivo clínico, de una relación testimonial de un decir y lo real. Si estamos de acuerdo que en el caso se juega algo del orden del testimonio de una experiencia frente a lo real, pareciera relevante abordar estos conceptos para orientar esta discusión. Para comenzar con algunas coordenadas sobre éste problema quisiera recortar un aspecto del trabajo de Agamben en relación al testigo, teniendo en consideración que son problemas diferentes, en cuanto el objeto y el fin de la investigación de este autor, pero sin embargo creo que algunas de sus orientaciones permiten iluminar un terreno común, en relación al sujeto, lo real, en cuanto imposible, y su transmisión. Agamben esta pensando en la filosofía política, en el horror de los acontecimientos de los campos de exterminio nazi y los sobrevivientes. El testimoniar esta ligado a cierta paradoja en la figura del musulmán, nombre que daba cuenta en el campo de concentración de aquel que ha quedado en silencio, sin palabras, el que “ha tocado fondo”, “sin historia, “sin rostro”, “sin pensamiento” es el verdadero testigo, pero que al mismo tiempo no tiene palabras para hablar, hace hablar a otro y el que habla lleva en su palabra la imposibilidad del habla, lo que hace entrar en una zona de indeterminación, en un imposible de la posición del sujeto. Aquellos que sobrevivieron y han dado el testimonio, han hablado sobre “eso”, que en cierto punto es intestimoniable, aquello de real, de horror y que se resiste a ser hablado, con el concomitante efecto de narrar lo que no tiene palabras, recordar el horror. Jean- François Chiantaretto refiere que “El testimonio no es enunciable ni registrable sino con la “marca” subjetiva del testigo: lo testimoniable no es transmisible más que con esta marca.”pag 90. El sujeto que realiza el testimonio solo puede hacerlo a partir de lo más propio de la subjetividad esto es eso único, que permite dar un rasgo particular en donde se inscribe toda experiencia. Benjamin en “Pobreza y experiencia” nos dice: “La cosa está clara: la cotización de la experiencia ha bajado y precisamente en una generación que de 1914 a 1918 ha tenido una de las experiencias más atroces de la historia universal. Lo cual no es quizás tan raro como parece. Entonces se pudo constatar que las gentes volvían mudas del campo de batalla. No enriquecidas, sino más pobres en cuanto a experiencia comunicable.” Ese real sin palabras, mudo, no permite pensar algo del orden de la experiencia, es justamente la falta de ella. La experiencia la piensa del lado de su posibilidad de comunicación nos dice Benjamin, es decir, que aquello vivido sea puesto en palabras y dirigido a otro, hacer lazo con otros y que al mismo tiempo permita crear, producir un registro de ese acontecimiento, que podríamos llamar memoria. Aquello que se testimonia, necesariamente implica una relación a lo subjetivo, como su marca y condición y lo cultural como el campo privilegiado de los intercambios. Nos acercamos a la pregunta a las condiciones de la transmisión de lo real, de sus condiciones de figurabilidad en el testimonio. ¿Cuáles serían esas condiciones para el caso escrito en psicoanálisis si concordamos que es algo del orden de lo real, de lo pulsional en clave Freudiana, lo que estaría como horizonte?. Aquel que da cuenta de esa experiencia, el narrador, que para el discurso moderno se ha denominado el autor, es quien nos permite también sumar una coordenada más a la cuestión del caso clínico en psicoanálisis. El autor en la modernidad es el agente aglutinador de un discurso “como unidad y origen de sus significaciones, como foco de coherencia... En el orden del discurso literario, y a partir de esa misma fecha, la función del autor no ha hecho sino reforzarse: a todos aquellos relatos, a todos aquellos poemas, a todos aquellos dramas o comedias que se dejaban circular durante la Edad Media en un anonimato al menos relativo, he aquí donde ahora se les pide (y se les exige que digan) de dónde proceden, quién los ha escrito; se pide que el autor rinda cuenta de la unidad del texto que antepone su nombre; se le pide que revele, o al menos que manifieste ante él el sentido oculto que lo recorre; se le pide que lo articule con su vida personal y con sus experiencias vividas, con su historia real que lo vio nacer” (Pág. 30). En Freud la cuestión del autor estaría dada por el dispositivo de lectura que inauguraría el psicoanálisis, el cual se podría rastrear en la novela de W. Jensen, en la cual propone , una relación a la lectura ligada a la interpretación: “A nuestro juicio, el poeta no necesita saber nada de tales reglas e intenciones, de manera que puede negarlas de buena fe sin que por esto hayamos nosotros encontrado en su obra nada que en la misma no exista.” (Freud, 1981, p. 1335). El autor deja de ser el dueño de su decir, pierde el dominio de la intención de su conciencia ganada en la modernidad y sellada en la ilustración. Es un exiliado de si mismo. Una función dividida, una vez publicado el texto participaría de la comunidad, y estaría abierto a toda lectura, pero no a todas las interpretaciones. Barthes declara la muerte del autor, en cuanto unidad, para estar atravesado por un territorio de múltiples discursos y textualidades en el cual el autor es tributario. Para Foucault que retoma esta discusión dirá que el autor , es una función propia del discurso, no es el dueño de su decir. Para Foucault esta es una función que está inscrita en un circuito de intercambios “La función autor es, entonces, características del modo de existencia, de circulación y de funcionamiento de ciertos discursos en el interior de una sociedad”(60-1). La pregunta que surge en relación al autor del caso clínico ¿Quién es autor? ¿Es la persona del analista? ¿Desde que posición escribe? ¿cuáles son las coordenadas que orientan su escritura? Para el psicoanálisis en un sentido muy simple, y que sin embargo abre toda una discusión, se trata de una experiencia de la palabra y que tanto analista como analizante hagan uso de ella. Lo que me parece interesante es que el caso en cuanto testimonia algo de esa experiencia de la palabra y lo real, implican una operación de escritura por parte del analista que construye el caso. Cabe la pregunta por ¿cómo que es lo que selecciona tal o cual dicho, bajo qué lógica selecciona tal o cual viñeta? ¿Y cómo eso esta tomado, a su vez, por esta marca de sujeto que testimonia una experiencia de lo real? La experiencia implica la posibilidad de constituir un relato, una narración de las vivencias, acontecimientos. El psicoanálisis como dispositivo clínico que está más allá y más acá de la técnica, permite la posibilidad de hacer una experiencia de lo real, en el cual el caso clínico adviene como memoria, inscripción siempre singular del acontecimiento del (des)encuentro entre real y palabra. Esta relación problemática a lo real y lo simbólico puede ser pensada a partir del problema de la historia, la escritura y lo ficcional. En el análisis de la biografía de Da Vinci, Freud tomará como referente una novela histórica para la comprensión del personaje en cuestión. En este gesto de citar a una novela como fuente, legitimaría lo ficcional como argumento de su interpretación y al mismo tiempo esta novela daría crédito a su discurso en la medida que ésta tendría un “alto grado de verisimilitud” con las deducciones hechas sobre el sujeto en cuestión. Todo sucedería como si la ficción hablara de lo que debió ocurrir, así es posible proponer una fórmula para el procedimiento freudiano: porque funciona puede ser real. De este modo la ficción toma un estatuto de verdad al suponerla cierta, lo que implicaría pensar la novela como referente, sería un estatuto lógico y no la comprobación empírica. Esto coincide con la propuesta teórica psicoanalítica de la realidad psíquica, la cual se funda en la fantasía, desligándose así del referente “de hecho” de lo acontecido. Del mismo modo la memoria como condición de lo psíquico, comporta un estatuto paradójico en la medida de que se trataría de un recuerdo de lo que no fue pero sin embrago es. En Construcciones en análisis [1937] Freud se pregunta: ¿en base a qué se podría reconquistar los materiales perdidos por un sujeto? A través de restos, de huellas que tendrían una figuración en las formaciones del inconsciente, también en las ocurrencias en las asociaciones libres, con la condición que suceda en el dispositivo analítico bajo transferencia, escena, para decirlo con Lacan “la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente.” Con toda esta materia prima el analista puede construir sirviéndose de los restos algo del orden de la historia y del deseo del sujeto. Aparece entonces la figura del trabajo arqueológico como plataforma privilegiada para pensar el trabajo analítico, dado que su trabajo es con restos, trazos, fragmentos, con los cuales se hará un trabajo de construcción o si se quiere reconstrucción, mediante ensambladuras de restos conservados, montaje en la articulación de trazos. Aunque Freud advierte que lo arqueológico es sólo un trabajo preliminar, es la construcción en cuanto montaje, a través de huellas olvidadas por el sujeto, lo que permite la reconstrucción de un fragmento vacío de su historia. Se trataría entonces de un trabajo de producción y construcción ligado a la memoria. Una restitución de restos y fragmentos de verdad históricas vivenciadas al decir de Freud. Una suerte de no-velar la historia de un sujeto, sorteando la represión y las resistencias, para que en transferencia se elabore la conflictiva inconsciente. ¿cómo dar cuenta de estos movimientos en la escritura del caso? ¿cómo hacer consistir, figurar, esos restos, esa memoria que ha advenido en el análisis? ¿ se convierte el caso , en sí mismo, en cuanto construcción ficcional ligado a la verdad de un sujeto, en una memoria para sí y para otros? La escritura en psicoanálisis, puede ser pensada, a partir de la discusión freudiana ligada al problema de la ficción y sus posibilidad de dar cuenta algo de la verdad histórica para un sujeto. Es ese sentido pensar la escritura del caso clínico, a partir de las claves que he presentado en este texto, permitirían al menos poner en cuestión cierta forma de pensar la historia, el relato, el autor y el testimonio, para dar cuenta de una experiencia clínica. Es posible proponer que la elaboración de un caso, supone, su escritura y es en ese sentido que da cuenta del surgimiento de algo nuevo, la producción de un documento inédito, no solo en cuanto a la experiencia misma que testimonia, sino como un escrito en si mismo. Un material que ha adquirido un cariz de autonomía, no solo de quien es efecto en cuanto trabajo del analizante, sino también de quien lo ha escrito. Lleva las huellas de quien lo ha escrito, de quien ha hecho la experiencia analítica, pero también porta las claves de cierta filiación a la historia del psicoanálisis, una inscripción institucional y finalmente del lector.