jueves, 10 de noviembre de 2011

Salud Mental y desigualdad social: materiales para una discusión

Ps. Francisco Pisani


“Sois el producto de una época. No. Echarle la culpa a la época es demasiado fácil. Sois productos. Y punto. Ya que a la globalización no le interesaban las personas, teníais que convertiros en productos para que la sociedad se interesase por vosotros. El capitalismo convierte a las personas en yogures con fecha de caducidad, drogadas a base de espectáculo.”
-13,99 Euros. Frédéric Beidberger.


Resumen

Se propone una revisión crítica del concepto de Salud Mental dado por la OMS, situando sus alcances referidos a las políticas públicas, el poder y la clínica. El psicoanálisis aporta elementos para realizar una discusión que articula subjetividad y época, cuya clínica, pone en tensión los conceptos de bienestar e igualdad, en favor, de una ética de la diferencia, que se fundamenta en lo singular de cada sujeto. Se contextualiza lo contemporáneo proponiendo un análisis del hiper-capitalismo y sus efectos en las relaciones sociales, en la dimensión subjetiva y en la práctica clínica. El consumo en sus diversas manifestaciones, el empuje al bienestar, se traducen paradójicamente en nuevas formas de malestar, pesquisables en los nuevos sufrimientos como las adicciones, las compras compulsivas las últimas tecnologías como promesa de felicidad.



Sobre las condiciones de enunciación

El presente texto nace en el contexto de la movilización estudiantil, iniciada en el primer semestre 2011, cuando el Magister de Psicología Clínica, estando en asamblea, decide ir a Paro para organizar actividades relacionadas con la contingencia nacional. Una de las actividades que surgieron, entre otras, fue la mesa de trabajo “Salud Mental y desigualdad social”, cuyo resultado fueron varios escritos y un foro debate.
Las demandas en las movilizaciones estudiantiles se fundamentan en un problema estructural, que se manifiesta en el lucro y la calidad de la educación. La precarización de la función del Estado como garante de los derechos de los ciudadanos y ciudadnas, es evidente ante el empuje del mercado. Estas condiciones de época, nos hicieron pregunta, en tanto, el territorio educativo es quien con mayor fuerza ha y sigue denunciando el desastre de la supuesta autoregulación del capital. En ese sentido la fuerza admirable que ha tenido este movimiento, no implica necesariamente que en otros campos no existan efectos igualmente desastrosos. La salud mental como campo en que se juega el cruce de la subjetividad y la época, se contextualiza para este trabajo, a partir de la lógica del capitalismo tardío es lo que interroga y causa el presente texto.
En este punto quisiera seguir el consejo de Freud, sobre la literatura y los escritores como aquellos que nos enseñan en sus creaciones a lo que la ciencia no llega. Propongo un varios fragmentos de la novela de Frédéric Beidberger “13,99 Euros”, como un testimonio ficcional de la articulación entre subjetividad y época. Para el psicoanálisis la relación entre verdad y ficción se encuentran firmemente entrelazadas, y nos permite dar cuenta del drama subjetivo. Se trata de Octave, un publicista, que está en lo más alto del mundo de la publicidad francesa, sueldo millonario, acceso a todos los bienes de consumo, para él nada es imposible, salvo que es profundamente cínico, y que lleva una vida que no desea. Al comienzo de la novela nos advierte que escribe para ser despedido del trabajo en que es tan exitoso, y así recibir una indemnización. Un extracto de la novela:

“Me llamo Octave ... Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el PhotoShop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ése es mi sacerdocio. En mi profesión, nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume.
Vuestro sufrimiento estimula el comercio. En nuestra jerga, lo hemos bautizado «la depresión poscompra». Necesitáis urgentemente un producto pero, inmediatamente después de haberlo adquirido, necesitáis otro. El hedonismo no es una forma de humanismo: es un simple flujo de caja. ¿Su lema? «Gasto, luego existo. » Para crear necesidades, sin embargo, resulta imprescindible fomentar la envidia, el dolor, la insaciabilidad: éstas son nuestras armas. Y vosotros sois mi blanco.
Interrumpo las películas que estáis viendo en televisión para imponeros mis marcas. Os machaco con mis eslóganes en vuestras revistas favoritas. Estoy en todas partes. No os libraréis de mí. Dondequiera que miréis reina mi publicidad. Os prohíbo que os aburráis. Os impido pensar. El terrorismo de la novedad me sirve para vender vacío. Yo decreto lo que es Auténtico, lo que es Hermoso, lo que está Bien. Elijo a las modelos que, dentro de seis meses, os la pondrán dura. A fuerza de verlas retratadas, las bautizáis como Top-Models; mis jovencitas traumatizarán a cualquier mujer que tenga más de catorce años. Idolatráis lo que yo elijo. Cuanto más juego con vuestro subconsciente, mas me obedecéis. Si canto las excelencias de un yogur en las paredes de vuestra ciudad, os garantizo que acabaréis comprándolo. Creéis que gozáis de libre albedrío, pero el día menos pensado reconoceréis mi producto en la sección de un supermercado, y lo compraréis, así, solo para probarlo, creedme, conozco mi trabajo. Vuestro deseo ya no os pertenece: os impongo el mío. Os prohíbo que deseéis al azar. Vuestro deseo es el resultado de una inversión cuyo importe está cifrado en miles de millones de euros. Soy yo quien decide hoy lo que os gustará mañana.

¿No resulta espantoso comprobar hasta que punto todo el mundo parece considerar normal esta situación? ¿Qué le voy a hacer si la humanidad a decidido sustituir a Dios por productos de gran consumo?

La publicidad consiguió que Hitler fuera elegido. La publicidad se encarga de hacer creer a los ciudadanos que la situación es normal cuando no lo es.

¿Sabéis cual es la diferencia entre los ricos y los pobres? Los pobres venden droga para comprarse unas Nike mientras que los ricos venden Nikes para comprar droga.

Los políticos ya no controlan nada; es la economía la que gobierna. El marketing es una perversión de la democracia: es la orquesta la que manda sobre el director. Son los sondeos quienes deciden la política, las encuestas las que hacen la publicidad, los «panels» los que eligen los discos que suenan por la radio, los índices de audiencia los que hacen la televisión.
El reino de la mercancía implica que esta mercancía se venda: tu trabajo consiste en convencer a los consumidores de que elijan el producto que se gastará más deprisa. Los industriales lo denominan programar la obsolescencia”.

Hasta aquí la cita, es iluminadora y al mismo tiempo abrumadora. El capitalismo y sus objetos caducos, no es tanto el problema como los efectos en la vida cotidiana para los sujetos, en cuanto los mismo devienen objetos de las deudas de la educción, del supermercado, de las grandes tiendas, porque ya no se trata solo de objetos del mercado, sino también las deudas mismas contraída son valorizadas y vendidas. Es la globalización y su arrasamiento de las particularidades, en que surge un nuevo sujeto, el consumidor, y la defensa del mismo con las agrupaciones de consumidores. Todos pueden consumir, incluso lo que no pueden pagar, porque compran vía crédito pagando varias veces el valor.


 ¿Salud Mental ?

La definición de la OMS de salud mental: “estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad. La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.”
Una de las primeras cuestiones que surge como interrogante en esta definición, es la dimensión individual, en tanto se pone el acento en él, sustrayendo al contexto en que se inscribe, supone la adaptación y el aporte a la comunidad, a lo social. Como sabemos un contexto adverso puede enfermar, ejemplo de ello son las famosas enfermedades laborales, el exilio, un contexto político, económico, etc. Esta definición de salud mental se resta de la historia, y la posibilidad de situar efectos de la cultura, la economía, la política como adversas para una comunidad. No permite situar la historización de un sujeto con otros.
Claramente se sostiene en la idea de que el sujeto se oriente hacia un bienestar, la pregunta evidente es de qué bienestar se trata, qué o quién lo define. Pareciera ser que se trata del bienestar de la buena adaptación del individuo al ideal de la época. ¿Habría que orientar la clínica hacia ese ideal? ¿Orientar a los sujetos hacia lo que se supone como bien para todos? Cuando escribo esto pienso en la novela de Richard Yates “La vía revolucionaria”, un título sugerente y al mismo tiempo sarcástico, un pareja sueña con dejar la vida que llevan que al mismo tiempo es lo que se supone que toda familia quisiera alcanzar, un trabajo estable buenas remuneración, una joven y bella pareja, hijos, amigos, buenos vecinos, cierta sensibilidad artística, la casa más bonita del barrio. Sin embargo, se desencadena un sufrimiento larvado que termina en la muerte. Cómo entender que a pesar de vivir en este ideal cultural, todos iguales, para todos la misma satisfacción, el mismo tipo de vida, ese para todos fracasa. Lo contemporáneo, como ya es sabido, en cuanto se ha hecho algo natural, y quizás ahí su efectividad, se sostiene en la lógica del consumo, lo individual, ideal de éxito personal, que encarna toda su potencia en lo que el psicoanálisis ha llamado superyo, y todo el sadismo que este comporta. El superyo, siempre quiere un poco más, empuja al goce. Mientras más terreno se le da más quiere avanzar. Lacan ha dicho que el único culpable es el que ha cedido en su deseo. Esto se extrae de la clínica actual y es muy fácil de encontrar, un deber gozar, algo de ideal del bienestar ligado al deber ser feliz, deber disfrutar. Una viñeta clínica de un paciente: Todos en su familia disfrutaban del viaje soñado a Estados Unidos, el viaje ideal para todo niño " yo sabía que tenía que disfrutar y no podía, se me venía la idea de que tenía que asombrarme, tenía que sorprenderme y me angustiaba.” Lo que esta viñeta nos enseña es: lo que es para todos, no necesariamente lo es para uno.
El “para todos” supone un problema para el psicoanálisis, el “para todos” implica una orientación por lo universal, supone el ideal, implica un pensamiento de la igualdad, que admite llevado a su extremo la lógica del pensamiento de lo totalitario, esto es, todo iguales, la anulación de la diferencia. El empuje contemporáneo del “todos iguales” “en el consumo” muestra su falacia, con la globalización, se encuentran efectos de segregación de aquellos que no participan del ideal de la época, y al mismo tiempo se les empuja a participar, cuando no están en igualdad de condiciones. ¿Qué nos enseña la clínica? El retorno de lo reprimido, un excedente, un resto que irrumpe, un incalculable, no sin consecuencias en tanto el retorno violento del resto excluido.
El psicoanálisis sospecha del “para todos” y sostiene una práctica del uno a uno, del caso a caso, lo que es salud para uno no lo es necesariamente para otro. El ideal del éxito, del bienestar, de la ausencia de conflicto, es un imposible. En este sentido el concepto de salud mental supone cierta homogenización, cierta adaptación, está al servicio del poder, del control y de las políticas públicas. Un ciudadano que camina bien por la calle, sin protestar, sin malestar, sin subjetividad. Un consumidor más. Un cuerpo en silencio. Aquí se puede ubicar la relación con las toxicomanías, el consumo de drogas, como consumidor consumido, un consumo hasta la muerte, desenganchado del Otro. Es interesante porque las adicciones tal como las conocemos ahora solo pueden surgir con el auge de la técnica y en una sociedad industrial.
Lo complejo es cómo pensar una práctica de la salud mental, es decir, un ejercicio clínico cuya ética, permita alojar algo del orden del deseo. Es posible constatar en las instituciones de salud mental, no en todas, pero las que se sitúan desde la lógica del “para todos iguales” como rechazan o expulsan pacientes que no se adaptan a los protocolos, los que no cumplen el perfil, a lo que no se les estima de “buen paciente”. Esto sumado a la economía de la salud mental basado en el ahorro de profesionales, ahorro de costos, complejiza la situación. Cómo crear instituciones que respondan a la lógica del deseo, que se situen como Otro barrado que permita alojar esa singularidad. Otro barrado es la posibilidad de producir una pregunta, dado que pregunta y deseo van de la mano. Es la falta en ser en el Otro lo que permite que aparezca el deseo. Cómo hacer instituciones donde el sujeto pueda hablar y no sea expulsado, porque algo en su existencia insiste, se repite y no se domeña.
Para finalizar, decir que no se trata de eliminar la Salud Mental, sino justamente hacer de ella un debate, algo inacabado, que no se agota en la estadística, ni en la pura técnica, en la tendencia actual de estar al servicio de la lógica del mercado para una mayor eficiencia. Fundamentalmente rescatar, poner en valor, la dimensión del desacuerdo como posibilidad de lo político. La salud mental como vimos no es una dimensión solo técnica, pone en juego esencialmente dimensiones políticas e ideológicas, de las cuales es imposible sustraerse, sin embargo, lo que sí es posible es poner en juego nuestro desacuerdo, y sostener lo que consideramos una ética de la diferencia, lo singular de cada sujeto como fundamento de la clínica.


Referencias

- Éric Laurent ¿Mental?
- Frédéric Beidberger “13,99 Euros”.
- Richard Yates “La vía revolucionaria”.
Texto presentado en el "IV Congreso Chileno de Psicología 2011. Sociedad y Equidad: Aportes desde la Psicología "

lunes, 26 de septiembre de 2011

Grupo de Estudio: “Introducción a la dirección de la cura en la orientación lacaniana”




Descripción

El presente grupo de estudio se orienta bajo las siguientes preguntas: ¿cuál es el lugar del analista? ¿Qué lugar para la transferencia? ¿Qué es  interpretar? ¿Qué y cómo se orienta la cura?  Intentamos algunas respuestas proponiendo un recorrido de lectura sobre textos fundamentales de Lacan que nos orientan sobre los operadores de la clínica. Más adelante nos guiaremos con textos de analistas contemporáneos respecto de cómo entienden la clínica hoy y trabajaremos sobre algunos casos para poner a prueba los conceptos con la clínica.
Interpretación - Deseo del analista - Sujeto supuesto saber
Rectificación subjetiva - Entrada en análisis - Casos clínicos

Ps. Carolina Vignoli: Psicoanalista practicante desde el 2003. En formación en la Escuela de la Orientación Lacaniana y el Instituto del Campo Freudiano (Argentina) desde 1998. www.psicologospulso.cl    carolinavignoli@hotmail.com

 Ps. Francisco Pisani: Centro de Estudios e investigación en Psicoanálisis Lacaniano. www.psicologospulso.cl     psfranciscopisani@gmail.com
Inicio 17 de octubre 2011, frecuencia semanal.  

miércoles, 31 de agosto de 2011

Algunas notas sobre escritura y psicoanálisis *

Francisco Pisani

“ni en lo que dice el analizante ni en lo que dice el analista hay otra cosa que escritura.”
Lacan, Seminario 25 El momento de concluir



¿Qué relación pensar entre psicoanálisis y escritura? ¿Qué relación entre literatura y psicoanálisis?
Quisiera proponer una hipótesis: si Freud hace referencia a poetas, escritores, artistas, no es solo para mostrar lo que el inconsciente revela en tanto fisura del hombre de la ilustración, sino que comparece ante un pensamiento donde no lo había. En el territorio de la producción del arte encuentra cierta racionalidad donde pareciera no haber más que el privilegio de la fantasía, lo irracional, lo ficcional. De este modo, los artistas devienen en aliados, en su tarea de pensar el sufrimiento y el padecer de un sujeto.
Jacques Rancière, nos propone en su texto El inconsciente Estético que las obras y el pensamiento del siglo diecinueve constituyeron cierta equivalencia entre racionalidad del arte y racionalidad del inconsciente. En el que se pondría en juego la relación entre opuestos que se contienen a sí mismos, entre una racionalidad que comporta a su vez irracionalidad, entre un saber y no saber; entre logos y pathos, fantasía y realidad. Esta escritura propia del régimen estético mencionado, escenificaría al mundo como un cuerpo que portaría a modo de jeroglíficos una significación, un secreto presto a ser restituido, a través del desciframiento de las claves que se ofrecen para quien pueda leerlas. Es el despliegue en el orden del discurso de un poder de significación que emerge en el régimen estético decimonónico. Cada superficie, cada fisura en el mundo está inundado por este poder, cada cosa puede ser un texto, diseminación de huellas, vestigios que portarían una historia y las formas de su destino. La constitución del “fetichismo de la mercancía” de Marx, es ejemplo de aquello, en tanto que un objeto porta un plus, un más, de lo que su condición “natural” remite, ofrece en silencio otra cosa distinta a su naturaleza.
Freud buscó legitimar su discurso en aquello rechazado por la ciencia oficial, ocupa un lugar fundamental en su obra, el inconsciente, la mitología, los sueños, la literatura, la obra de arte. Todo sucedería como si el descubrimiento mismo del psicoanálisis, ocurriese en su propio discurso, a saber el retorno de lo reprimido, el retorno en la ciencia de lo rechazado. Uno de estos retornos es literatura como el estilo del caso clínico, en un rasgo de la novela es la condición de posibilidad de la escritura del caso clínico. Freud nos dice “que mis historiales clínicos carecen, por decirlo así, del severo sello científico, y presentan más bien un aspecto literario. Pero me consuelo pensando que este resultado depende por completo de la naturaleza del objeto… mientras que una detallada exposición de los procesos psíquicos, tal y como estamos habituados a hallarlas en la literatura, me permite llegar, por medio de contadas fórmulas psicológicas, a cierto conocimiento del origen de una histeria.” (Freud, 1981, p.124). El estilo de la novela es condición de la exposición del caso clínico, la comprensión de los procesos psíquicos así lo demandan. Es decir, nuestro autor reincorpora aquello que había sido rechazado por la seriedad científica, la literatura retorna en el estilo teórico, en la escritura del caso y como referente que autoriza su discurso.
¿Qué es lo que impulsa a Freud a dar cuenta en la escritura la experiencia de lo inconsciente? Pareciera ser que el estilo literario como condición de posibilidad de la transmisión impone el formato de Obra escrita. El estilo novelado, como rasgo en la forma de la trasmisión de los descubrimientos clínicos y teóricos, suponen el sustraer la condición literaria, para constituirse en un saber que la publicación propiamente científica no admitiría. De ahí, se puede proponer a la preferencia otorgada al libro en oposición al informe científico de la ciencia natural, paper, o la enseñanza oral.
La relación entre psicoanálisis y literatura, encuentra un punto de coincidencia en que ambos son prácticas textuales: son prácticas de lectura y escritura que se encuentran en el campo del lenguaje. El lingüista Ferdinand de Saussure dirá que el lenguaje es la primera institución, lo que instala el problema de aquello deja una marca, la huella y la diferencia, en definitiva la pregunta por la escritura: “la institución implica duración y la duración de un signo supone su inscripción en una huella que lo conserva diferente a todo otro signo. La huella instituida es ya una escritura por lo tanto ningún lenguaje es pensable antes de la posibilidad de la escritura ni fuera de su horizonte” (Peretti, 1989, p. 82). El psicoanálisis sostiene que el habla, la palabra supone de suyo la escritura. Freud desde muy temprano en su obra situó lo psíquico a partir de la memoria y la inscripción de trazas, que marcan diferencias, hasta proponer en el wunderblock la escena de lo psíquico a partir de la metáfora de la escritura. El psicoanálisis se funda en esta relación, entre escritura y lectura. Lector de lo inconsciente y la escritura como su condición.
Lacan vuelve a Freud con el tamiz del estructuralismo, los nuevos desarrollos del arte, la matemática, la lógica, la filosofía. Un trayecto que se ha descrito desde lo simbólico hacia lo real: del inconsciente simbólico al inconsciente real. Este trayecto se podría investigar a partir del el arte del siglo XX, desde el surrealismo, a las obras que están fuera del sentido o de la metáfora como Kandinsky, Rothko, entre otros. Así como en Freud, el inconsciente Estético tal como lo propone Rancière, supone un fondo de sentido para el siglo XIX, en Lacan podría proponer la hipótesis de un viraje a lo que se sustrae, se resiste al sentido en el arte de su época. Hay que dejar en claro que para Freud no todo es sentido, siempre hay algo que se escapa, uno de los elementos más claros lo encontramos en el “ombligo del sueño”.
El Psicoanálisis se orienta hacia un más allá del desciframiento del inconsciente, en el Seminario XX, Lacan refiere: “de lo que se trata es de saber lo que en un discurso se produce por efecto de lo escrito”. La escritura toma al lenguaje vaciándolo de sentido, una escritura que no se habla, como el nudo, el dibujo, el ideograma. Lo afirma del siguiente modo: “lo escrito no pertenece en absoluto al mismo registro, no es de la misma calaña, si se me permite la expresión, que el significante”. (Lacan, J. p. 40).
Como decíamos, no toda escritura es fonética “si algo puede introducirnos en la dimensión de lo escrito como tal, es percatarnos de que el significado no tiene nada que ver con los oídos, sino solo con la lectura, de la lectura de lo que uno escucha en el significante… lo que se escucha es el significante” (Lacan, J. p. 45).
El inconsciente cifra y el cifrado es funcional a sentido, donde se haya el efecto de significación, efecto del cual el psicoanálisis se desprende, “es bien evidente que el discurso analítico no se trata de otra cosas de lo que se lee, de lo que se lee más allá de lo que el sujeto se ha incitado a decir” (Lacan, J. p. 38). Es aquí que comparece la letra como límite entre el saber y el goce. La letra desnuda, sin cifrar, no hay inconsciente. El Seminario XX nos muestra que la relación sexual es solo en lo real, no hay cifrado en ella, donde se ubica a La/ mujer.
El inconsciente cifrado produce efectos de significación, sin embargo lo que nos trae Lacan es que el síntoma, que se ha cifrado, cuyo sentido es interpretable, lo excede un resto, un efecto de goce de la letra. Toda lengua tiene dos vertientes la significante y la del orden de la letra.
Para Schereber la emasculación, la transformación en la mujer de Dios, supone un resto, escribe sobre el goce femenino, como goza la mujer. Espera ser mujer para ser poseído y darle un hijo a dios. Inventa una lengua, una lengua del no todo, del goce femenino, cuyo resto es un escrito. La letra disuelve las formas del semblante, porque su estatuto es en lo real. Lo escrito no es para sea comprendido. Lo real en que se juega el goce femenino, opera como huella en la escritura, en el orden del Uno. La escritura intenta testimoniar lo femenino, sin embargo el testimonio por estructura es siempre fallido, es imposible.
Para finalizar cito a Marguerite Duras “Escribir”: “La soledad era eso. Una especie de escritura. Y leer era escribir.”

Bibliografía
Breuer, J.; Freud, S.: “Estudios sobre la histeria” (1893-1895) En OC Tomo II. Ed. Amorrortu Editores. Bs. As. 1990.
Peretti, C. Jacques Derrida: texto y deconstrucción. Barcelona, Anthropos, 1989.
Rancière, Jacques. “El inconsciente estético”. Editorial Estante, 2005.
Lacan, Jacques. “ Seminario XX”. Barcelona, Paidós, 2004.
*Texto presentado en La primera jornada Interna CEIP.

viernes, 29 de julio de 2011

cómo se inicia un análisis


El Centro de Estudios e Investigación en Psicoanálisis Lacaniano de Santiago de Chile invita al seminario agosto-octubre 2011

¿CÓMO SE INICIA UN ANÁLISIS?

Sabemos que el comienzo de un análisis no se reduce al encuentro con un analista ni menos aún al uso del diván.
A partir del discurso del sufrimiento, el analista debe poder dar lugar a una pregunta, transformar la queja en una demanda de saber, lograr que el sujeto cambie la relación con su palabra, con la convicción de que en su propio texto hay algo a ser leído, hay un saber no sabido que, transferencia mediante, será revelado….¿Cómo se produce este movimiento en cada caso?, esa es la pregunta que anima este seminario, y será a partir de investigar las respuestas de Freud y Lacan, haciendo uso de viñetas clínicas, que intentaremos formalizar una respuesta que permita orientar nuestra práctica.
Contenido del curso: Diferencia entre psicoterapia y psicoanálisis, entrevistas preliminares, transferencia, sujeto supuesto saber, política del síntoma, intervenciones del analista, acto analítico y deseo del analista, dificultades para entrar en análisis. Presentación de Casos.
Docentes Responsables

ROSA LAGOS: Psicólogo Clínico. Psicoanalista. Miembro Fundador del CEIP. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Miembro de la Nueva Escuela Lacaniana (NEL).
SILVIA MACRI: Psicóloga Clínica. Psicoanalista. Miembro Fundador del CEIP. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana de Buenos Aires (EOL)
MIGUEL REYES: Psicólogo Clínico. Psicoanalista. Miembro Fundador del CEIP. Doctor © en Psicoanálisis de l´Université Paris VII- Diderot.

Inicia: Jueves 4 de agosto 20:30 hrs. Frecuencia: Semanal jueves 20:30 hrs
Duración: 9 sesiones (18 horas académicas) Lugar: El Trovador 4280. Auditorium. Las Condes. Metro Escuela Militar. Arancel: Profesionales: $ 70.000 Estudiantes: $ 50.000
Información e Inscripción: ceip.lacan@gmail.com
Se entregarán certificados de asistencia

miércoles, 20 de julio de 2011

A propósito de “La familia”


"Obtendremos, evidentemente, una completa satisfacción si consideramos que estamos aquí para inclinarnos con admiración ante los textos freudianos, y maravillarnos." Jacques Lacan Seminario I


El psicoanálisis, ha tenido en su historia una heterogeneidad de autores y de producciones teóricas, fundamentadas a partir de distintas experiencias y discursos. Entre ellas han existido distintas relaciones de proximidad o lejanía con la obra freudiana.
Lacan partir de su texto “La Familia” introducirá elementos basados en la sociología francesa del siglo XIX de E. Durkheim, estas tesis dejará una impronta fundamental en sus formulaciones teóricas hasta la 1953, donde se abrirá paso al estructuralismo gracias a Claude Lévi-Strauss. La relación de Lacan con las ciencias socilaes implican avances fundamentales para el psicoanálisis que determinarán producciones epistemológicas heterogéneas, con sus concomitantes efectos teóricos y clínicos.

¿Qué relación existiría entre psicoanálisis y familia? ¿Por qué pensar esta articulación? Porque es en este escenario donde se pondrá en juego el drama subjetivo de la constitución de un individuo. El psicoanálisis descubrirá en este ámbito la posibilidad de la constitución de un sujeto, a partir un dispositivo que sirve como operador en el devenir de un infante a esta condición, a saber el complejo de Edipo. Descubrimiento freudiano que se constituirá en la piedra angular de toda teoría psicoanalítica.
Podríamos decir que la familia se constituye como un agente que da a luz a un individuo, inscribiéndolo en la cultura, solo a partir de ésta realidad que está a la base en el descubrimiento freudiano. Ahora bien, el modo de comprender, de definir a la familia tendría efectos en el momento de la elaboración teórica y a su vez en el modo de ejercer una práctica clínica. De esta matriz epistemológica se desprenderá el ejercicio práctico y teórico en función de los paradigmas existentes en ciertas épocas. Es así que, podríamos entender las producciones teóricas marcadas fuertemente por una signatura histórica-epistemológica. De este modo, podemos pensar la obra de Lacan de 1938 hasta 1953, como nos propone Zafiropoulos (1), como ejemplo de esta discusión.
El psicoanálisis ha estado marcado por una vocación de estar en constante dialogo con otras disciplinas. Así Freud, ha discutido desde el discurso médico, con el del saber popular, la literatura, la estética y las ciencias sociales. Pero Freud no renegó nunca del intento de hacer del psicoanálisis una ciencia y en particular una ciencia de la naturaleza. Es así como Freud un hijo de sus tiempos, mantuvo un dialogo constante con otros saberes, pero manteniendo como centro su experiencia clínica y la sus descubrimientos.
Lacan en su texto “La Familia”(2) abre una discusión respecto a la familia moderna teniendo en cuenta los referentes teóricos de las ciencias sociales de la época y en particular con Emile Durkheim, lectura que irá como veremos en contraposición a la freudiana.
De este modo la familia, no sería un hecho a priori, estaría sujetada a los cambios históricos y así marcada por los discursos epocales que a su vez la constituirán materialmente en distintas conformaciones a través de los tiempos y culturas.
En Lacan del (1938-1953), es posible observar un intento de pensar los avatares de la familia desde una matriz historicista, trazando así para lo que interesa al campo del psicoanálisis, una posición que releva el universalismo de Edipo tal como lo piensa Freud, en función de la tesis durkheimiana de la declinación de la imago paterna dada por las condiciones históricas y sociales.
Estos basamientos sociológicos en Lacan, marcan su producción discursiva, así apostará a la ley de la contracción familiar durkheimiana, pensando la degradación del complejo de Edipo, que imposibilita dadas las condiciones sociales, asegurar una armoniosa ascensión subjetiva y social para los hijos de esta sociedad. Para lacan de la época, estas serían las condiciones sociales que permitirían a su vez las condiciones de posibilidad para que Freud pudiera descubrir el complejo de Edipo.
Entonces a Lacan le interesaría poner en discusión cierta naturalización de la familia constituida por un supuesto núcleo inamovible del padre-madre-hijo, en identidad biológica. Lacan hará un descentramiento, ubicando la discusión a partir de los cambios sociales y culturales que se manifiestan en este caso, en la institución del matrimonio, en tanto constricción fundamental de las formas anteriores de familias extendidas o si se quiere primitivas, para así abrazar la tesis de Durkheim de la compleja contracción de la familia conyugal. El gesto de Lacan estaría dado por un intento de desnaturalizar a la familia como referente instintual y biológico situándolo dentro del campo social y cultural marcado por la historia.
Ahora bien, el interés psicoanalítico de la familia estaría dado para la época en los complejos conscientes como inconscientes dominados por factores culturales, de los que resultarían las formaciones del inconsciente: lapsus, sueños, síntomas. Es así la experiencia psicoanalítica permitiría tener acceso a una suerte de reverso de los sentimientos familiares que constituyen los complejos inconscientes. Y desde ahí se abre la posibilidad de explicar la constitución de un individuo como también el funcionamiento familiar.
El basamento sociológicos de las investigaciones lacanianas para el periodo que comentamos, estarían dados por su lectura de Durkheim sobre la familia, quien emplazará el énfasis sobre todo en los cambios de su estatuto jurídico. Es entonces, que para Lacan como Durkheim son los vínculos simbólicos más que los biológicos los que regulan la estructuración familiar. Es la ley de la contracción familiar la que sirve como la gran rúbrica en la producción de los lazos familiares.
Justamente la familia conyugal sería el efecto de la antigua familia patriarcal, sería por decirlo de un modo radical, por los efectos que tendrá esta contracción, (según los argumentos que desarrolla el sociólogo francés) – su ruina –. Durkheim la define de este modo:
“Doy ese nombre a la familia tal como se constituyó en las sociedades originadas en las sociedades germánicas, es decir, en los pueblos más civilizados de la Europa moderna […]. La familia conyugal resulta de una contracción de la familia paternal. Ésta incluía al padre, la madre y todas las generaciones oriundas en ellos, salvo las hijas y sus descendientes. La familia conyugal ya no incluye mas que al marido, la mujer y a los hijos menores y solteros […]. Es indudable que [el hijo casado] sigue ligado a sus padres, tiene el deber de alimentarlos en caso de enfermedad y a la inversa, tiene derecho a una parte determinada de la fortuna familiar […]. Esas son las únicas obligaciones jurídicas que sobreviven […]. No hay en ello nada que recuerde el estado de dependencia perpetua que estaba en el fundamento de la familia paternal y la familia patriarcal. Estamos, por lo tanto, en presencia de un nuevo tipo familiar. Visto que sus únicos elementos permanentes son el marido y la mujer y que todos sus hijos abandonan tarde o temprano la casa, propongo llamarla familia conyugal” (3)

Esta definición jurídica permitirá a Lacan pensar el paso de la familia paternal a la familia conyugal tal como la define Durkheim. Y es esta transformación lo que tendrá efectos en el plano subjetivo y familiar, como también en la constitución del campo analítico, el cual según Lacan esta transformación fundará. Este pasaje de un modo de estructuración familiar al otro será explicado por una serie de avatares históricos desde el nacimiento del Estado nacional moderno, las transformaciones económicas de principios de la modernidad concretadas en la revolución industrial, como también el triunfo de la burguesía. Este conjunto de circunstancias debilitará según el sociólogo francés el poder de la familia.
“La soberanía del padre (en la familia patriarcal o paternal) es sucedida, por lo tanto, por la soberanía del Estado en la familia conyugal, la puesta bajo tutela del padre y el carácter indisoluble de los lazos de parentesco que fijan la forma conyugal de las familia moderna garantizadas por el Estado”. (4)

Es así que – bajo la interpretación de la sociología francesa de la época – la soberanía del padre de familia se ve destituida por el triunfante poder estatal. Es él, quien mediará las relaciones en la familia, el poder del padre ha perdido y ha caído en ruina. El Estado, en conjunto con su aparataje jurídico es quien puede intervenir e incluso disponer de los miembros de la familia si así lo considerase conveniente. Puede quitar a un hijo de la familia conyugal en su labor de velar por el bienestar de sus ciudadanos.
El diagnóstico que nos entrega esta sociología es claro, el padre ha perdido su poder, la potestad del padre es subvertida, el diagnóstico nos orienta frente a una declinación social de la imago paterna.
Lacan al adherir a esta tesis, se desprende como consecuencia lógica algo en Edipo debe verse comprometido gracias a las nuevas condiciones sociales. “pero no somos de aquellos que lamentan un supuesto debilitamiento del vinculo familiar. ¿Pero no es acaso significativo que la familia se haya reducido a su grupo biológico a medida que integraba los más altos progresos culturales? Un gran número de efectos psicológicos, sin embargo, están referidos, en nuestra opinión a una declinación social de la imago patera […]. Cualquiera que sea el futuro de esta declinación constituye una crisis psicológica. Quizás la aparición misma del psicoanálisis deba relacionarse con esta crisis.” (5)
Para Durkheim, la ley de la contracción familiar deviene en la familia conyugal moderna, la cual portaría un concomitante anómico expresado en el creciente individualismo. Es así, que Edipo como regulador de las funciones sociales, en tanto que permite la entrada de un sujeto a la cultura, la posibilidad de sublimar y el acceso al ideal del yo se ve vería en dificultades dado las condiciones sociales del edipismo, pero a su vez, es esta crisis, la condición de posibilidad de los descubrimientos en el campo analítico.
Como vemos en esta época Lacan no sería freudiano, dado que Edipo estaría determinado por las condiciones sociales, históricas y culturales en donde se jugaría el lugar del padre y de la familia. Por lo tanto el complejo de Edipo no sería universal y las formaciones neuróticas estarían sujetas a variaciones según la historia de la institución familiar.
En el campo de la estructuración subjetiva, para Lacan -de la época- se constituiría de modo progresivo en complejos familiares de destete, intrusión y el de Edipo, que serían organizadores del desarrollo psíquico. Como veremos esta propuesta estará en contraposición con Freud, tensionando y criticando algunos de los conceptos y elaboraciones teóricas cruciales del fundador del psicoanálisis. Estas criticas no son ni arbitrarias ni antojadizas, sino mas bien son la consecuencia lógica de los desarrollos teóricos y clínicos que intenta sostener Lacan, para introducir y pensar las nuevas formas psicopatológicos a las cuales asistían desde una mirada en dialogo con la sociología francesa y los antecedentes antropológicos que Lacan visitaba y hacia suyos para su teoría y su práctica clínica.
El complejo de destete será para Lacan, el primer lazo de un infante con la institución familiar, y por lo tanto con los primeros atisbos culturales. Interesante notar que a la base de este complejo esta la madre como soporte primordial. Es esta separación que se pone en juego en el complejo de destete que abriría el campo del malestar, de la nostalgia por el pecho materno, un malestar del niño separado de esa experiencia de satisfacción. Este complejo lo elevará al estatuto de una invariante de la especie humana. Esta complejo fundamental y primordial dará cuenta a su vez del por qué será particularmente difícil la sublimación de la imago matera. Es de vital importancia en el estado biológico de prematuración en que se encuentra la cría humana, la sublimación de la imago materna, proceso que le permitirá la entrada al grupo humano, como también el acceso a los de complejos. Esta nostalgia por la imago materna dada por la prematuración de la cría humana invita a una seducción mortífera, discutiendo con Freud y la teoría del instinto de muerte dado que se fundamentaría según Lacan en una argumentación de corte biologicista. Sería la madre quien debiera promover un empuje al grupo al infante y así posibilitar un normal desarrollo y acceso de los complejos. Es así que al contraponer el complejo al orden de la naturaleza lo que se está enfatizando es la importancia del grupo social en la subjetivación. La prematuración daría cuenta de esa posición primordial y ambivalente de ser empujado al grupo o ser empujado a la muerte.
Luego Lacan propone el complejo de la intrusión, sería el momento inaugurado por el descubrimiento de los hermanos. Esto permitiría el reconocimiento a partir de los celos de otro. Celos y el yo coincidirían con su aparición. Lacan desarrollará el estadio del espejo como la alienación fundamental donde se gana un cuerpo y un yo.
Con respecto al complejo de Edipo, marcará la culminación de la sexualidad infantil, instalando la represión al deseo sexual a la madre, y la identificación con el padre del mismo sexo. Su sepultamiento estará dado por la ganancia de un superyo que estará ligado al orden de la represión y al ideal del yo en articulación con la sublimación. De este modo un sujeto accede a un grupo social participando de la realidad y ubicándose en un rol sexual.

“El análisis psicológico del Edipo señala que se lo debe comprender en función de sus antecedentes narcisistas; no queremos decir por ello que se instaura fuera de la relatividad sociológica. El resorte mas decisivo de sus efectos psíquicos, en efecto, se originan en el hecho de la imago del padre concentra en sí la función de represión con la sublimación; pero se trata, en ese caso, de una determinación social, la de la familia paternalista”(6)

Podemos entender como el dialogo con las ciencias sociales y la concepción de la familia como la sociología francesa la interpreta a partir de la ley de la contracción familiar y su resto la familia conyugal moderna, presenta como resultado la declinación de la imago paternal y condición anómica que esta comporta, poniendo a en apuros al complejo de Edipo. Produciéndose dificultades en la constitución psíquica normal, dificultades en la sublimación y en el ideal del yo. Lacan pensará las neurosis de transferencia introducidas por Freud – como neurosis histérica, la neurosis obsesiva y las fobias –, bajo la rúbrica de la degradación de Edipo que deja al sujeto inerme frente esta situación anómica buscando formas sustitutivas de este como las fobias o en las consecuencias traumáticas de encuentros sexuales precoces. Lacan dirá que todas las neurosis dependerán de la condiciones sociales del edipismo, así también las neurosis de carácter “las neurosis llamadas de carácter… permiten comprobar algunas relaciones constantes entre sus formas típicas y la estructura de la familia en la que se desarrolló el sujeto” (7) estas se estructuraría en las relaciones con los padres, realizándose un transmisión transgeneracional mórbida.
Para Lacan se desprende entonces que lo universal no sería el padre, ni este sería prioritario en el acceso primordial a la cultura para un sujeto sino más bien la madre. La madre sería quien estaría en el empuje primordial del infante a entrar a la cultura. Así es el superyo para Lacan sería materno. Lacan no admitirá a Freud con sus desarrollos del superyo –adquirido en Edipo- ni de Tótem y Tabú como el fundamento de la cultura a partir del padre muerto.
Es la imago materna que estaría en el fundamento del superyo, es un superyo pre edípico, y que estaría a la base del empuje del infante a la entrada en el grupo. Es un superyo en articulación con una condición constitucional humana, la prematuración, la cual operaría como un agente biológico que conectaría a la cría humana con el seno materno y de este modo al grupo social. Desamparo y deuda que estaría arrojado cada cría humana incluso en sociedades donde el complejo de Edipo no existe. Es la madre quien suple la deficiencia de su cría en su contacto alimentario, primer contacto social por la boca y desde ahí la madre constituye algo del orden de la ley con el sujeto. Así el superyo se pondría en funcionamiento en el empuje que la madre haría al infante con respecto al grupo social. Debiera darse una articulación entre superyo e ideal del yo para que el sujeto se adapte a las normas sociales.
Se entiende entonces que un desarrollo normal estaría dado por el paso de un infante por un empuje de la madre al grupo social y a una identificación a ideal del yo en su paso por Edipo “este empuje anima una dinámica identificatoria que encierra ante todo al sujeto en una imaginaria prisión superoyoica de la cual lo liberará la idealización edípica, siempre que su familia sea suficientemente extensa, no asocial, y esté bien constituida (en el plano de su estructura), para no retenerlo en el callejón sin salida de un edipismo que lo deje librado a su soledad narcisística” (8)
Las exigencia súperyoicas estarían asentadas en los primordios del infante humano y su articulación con la idealización en un grupo familiar favorable, que “remedie” la precariedad edípica de la familia conyugal, proporcionando recursos relacionales y simbólicos para moderar la los efectos mórbidos del superyo desatado, dado que la idealización debilita la exigencia superyoica haciéndolo soportable para un sujeto. Por lo tanto el superyo sería individual y en el se jugaría la articulación entre naturaleza y cultura.
Es quizás la bancarrota de Durkheim, al decir de zafiropoulos y el encuentro con Claude Lévi-Strauss lo que producirá el mayor viraje en la teoría lacaniaca a partir del año 1953. Es la entrada a otra lógica y mirada epistemológica que le proporcionará el estructuralismo, obteniendo nuevas aproximaciones y rendimientos para la teoría psicoanalítica. Dejando así la tesis que abrazó de Durkheim durante los años precedentes. Nos parece interésate notar que es, a partir de las ciencias sociales que Lacan se aleja de Freud y a través de estas mismas, acepta y vuelve al padre muerto del psicoanálisis.

“Así, a partir de 1953 el poder del padre y el valor estructural de su función ya no obedecen tanto, para Lacan, a su poder social ni al del grupo del cual es jefe, si no al valor que le es propio en el registro simbólico.
En esta perspectiva, el padre de la gran familia no vale más que por el nombre de la familia conyugal.
Aquí se produce el desplazamiento del valor social del padre al valor propiamente simbólico de su nombre” (9)

Podemos pensar en este momento de Lacan, un quiebre de su anterior desarrollo teórico de la mano de Durkheim y una producción discursiva de la familia, en tanto imagos determinantes en la constitución subjetiva. Es a partir su encuentro teórico con Lévi-Strauss, que desarrollará para la teoría psicoanalítica la entrada a lo simbólico y su eficacia fundamentales en el sepultamiento de Edipo. La familia entonces dejaría de ser pensada solo desde su soporte imaginario, siendo desplazada a lugares estructurales que disuelven como determinante fundamental nociones como la personalidad de los padres o por la pérdida social de su poder. Es una entrada a un pensamiento sincrónico.

“Esto mismo expresa, precisamente, aquel mito necesario para el pensamiento de Freud que es el mito del Edipo. Obsérvenlo con más atención. Si es necesario que él mismo proporcione el origen de la ley bajo esta forma mítica, si hay algo que hace que la ley este fundada en el padre, es necesario el asesinato del padre. Los dos casos están estrechamente vinculados –el padre como quien promulga la ley es el padre muerto, es decir, el símbolo del padre. El padre muerto es el Nombre del Padre, que se construye a partir del contenido.” (10)

Así la familia pensada como padre-madre-hijo, ahora es agregado un cuarto elemento mediador, a saber la muerte. Con la introducción de este cuarto elemento se desmarca de la escena de lo imaginario signada por las imagos parentales y el narcisismo –en el estadio del espejo- para darle lugar a lo simbólico en tanto registro en su fecundidad subjetiva y social. Es menos el padre imaginario que la metáfora paterna la que se pondrá en juego en la constitución de un sujeto marcando así la eficacia simbólica del padre reducido a su nombre.

“El padre no sólo sería el nombre del padre, sino realmente un padre que asume y representa en toda su plenitud esta función simbólica, encarnada, cristalizada en la función del padre. Pero resulta claro que ese recubrimiento de lo simbólico y lo real es completamente inasible, y que al menos en una estructura social similar a la nuestra el padre es siempre en algún aspecto un padre discordante en relación con su función, un padre carente, un padre humillado como diría Claudel, existiendo siempre una discordancia extremadamente neta entre lo percibido por el sujeto a nivel de lo real y esta función simbólica. En esa desviación reside ese algo que hace que el complejo de Edipo tenga su valor, de ningún modo normativizante, sino generalmente patógeno.”(11)

Ya no se hace necesario la discusión de la presencia de un padre en la familia, dado que el nombre del padre se desmonta del padre biológico, por lo tanto se entiende que la pregunta por Edipo se reactualiza. Edipo podría darse si la presencia de un padre, dado que su drama se encuentra mas allá de su presencia.
Para el psicoanálisis, ya no es su interés por el reverso inconciente de la familia, sino lo inconciente como ese lugar de desconocimiento para un sujeto. Son los efectos inconcientes del nombre del padre los que ahora se ponen en juego.
Puede decirse que no es el niño con sus problemas psicológicos y familiares, lo que se hace objeto del psicoanálisis, sino aquel que se interroga por su posición en una sistema simbólico y por sus efectos en la estructuración de su destino como sujeto con un trayecto único. El trayecto de un sujeto que padece de desconocimiento de su historia y sus determinaciones.
Movimiento fundamental en la concepción de la familia y en su articulación del psicoanálisis. Es quizás para la teoría lacaniana el regreso de lo reprimido, en su vuelta Freud. Retorno de aquellos fragmentos teóricos rechazados en Freud.
Lacan retomará entonces, según lo enseñaba Freud que en el origen de la civilización estaba en padre, y se inscribirá en la lógica estructural, para pensar lo que implica un Edipo fuera de las determinaciones sociológicas.

“El padre simbólico, es el nombre del padre. Es el elemento mediador esencial del mundo simbólico y de su estructuración. Es necesario para ese destete, más esencial que el destete primitivo, por el que el niño sale de su puro y simple acoplamiento con la omnipotencia materna. El nombre del padre le es esencial a toda articulación de lenguaje humano, y por esta razón dice el Eclesiastés —El insensato ha dicho en su corazón: no hay Dios.” (12)

El nombre del padre deviene como operador fundamental en la teoría psicoanalítica lacaniana posterior a 1953, abre la discusión por el objeto propio del psicoanálisis, a saber lo inconciente. Inconciente solo logrado a partir de la pérdida que se realizará en paso por Edipo. Donde el nombre del padre más allá del padre real, el padre imaginario operará en la estructuración subjetiva. No es que este padre no importe, sino es que siempre esta en inadecuación estructural con el nombre del padre en tanto registro de lo simbólico. Será la metáfora paterna en la culminación de Edipo lo que inscribirá el nombre del padre a partir de la operación de represión del deseo por la madre instalando así la ley del padre muerto, creando la fractura inaugural de todo sujeto, sujeto siempre para el psicoanálisis del inconciente.
Como hemos dicho la lectura de Lévi-Strauss para Lacan fue determinante para sus nuevas formulaciones respecto para el campo psicoanalítico que tendrían efectos en la conceptualización de la familia como de su realidad para el psicoanálisis, esto es Edipo. El complejo de Edipo entonces estará marcado por la metáfora paterna y que inscribirá a un sujeto el nombre del padre que es la entrada a la ley y por lo tanto al campo de la neurosis, la cultura y al circuito de los intercambios. Así mismo esto significa la constitución de un sujeto de lo inconciente, un sujeto deseante marcado por el desconocimiento de lo que lo marco en una cadena de transmisión transgeneracional vía un significante sin sentido, que no significa nada paro que será condición de estos.
“Para formular su teoría del sujeto del inconciente que se deduce de la función simbólica en que el nombre del padre ocupa un lugar eminente e incluso excepcional, Lacan se apoya sin ninguna duda en las investigaciones de Lévi-Strauss, pero más precisamente en la lectura que el etnólogo hace en 1950 del “Essai sur le don” de Marcel Mauss, en la cual afirma que la función simbólica siempre está inconcientemente indicada por un significante flotante que permite el “almohadillado” entre significante y significado”(13). Este significante flotante podría entenderse como un espíritu que yace en todas las cosas, en los objetos e impone su circulación, la deuda y el lazo social, inscribiendo a los hombres en la cultura. Es entonces este significante flotante lo que permitiría a partir de su condición de excepción fundar si se nos permite “la realidad”, en la unión que éste cumpliría entre el significado y el significante para un sujeto. El nombre del padre para Lacan tendría esta condición y al decir de Lévi-Strauss, “símbolo cero” funda la ley para un sujeto. Entonces, podríamos decir que es en tanto que el nombre del padre no significa nada, está fuera del campo del sentido, es que a la vez será su condición.



En el presente ensayo se ha intentado hacer un pequeño recorrido entre algunas de las relaciones entre Lacan y las ciencias sociales, con el interés de dar cuenta de cómo estas lecturas en tanto influencias determinantes en la producción teórica de lacaniana tuvo efectos en sus conceptualizaciones sobre la familia.
La familia para el psicoanálisis será de vital importancia, debido a que es en esta escena donde se penen en marcha los procesos de subjetivación para todo sujeto.
Pudimos ver a lo largo de este ensayo que las influencias teóricas de Durkheim lograron en Lacan desarrollos que pusieron en tensión e incluso en contra de Freud, formulaciones de los años del 1938 a 1953. Desarrollos marcados por la influencias del sociólogo francés, que se concretarían en las conceptualizaciones teóricas en Edipo, marcado por sus condiciones sociales, esto es Edipo no sería universal. Esta conclusión sería posible gracias al argumento durkhiamiano de la ley de la contracción familiar y su efectos anómicos.
Es esta ley lo que marcará la constitución de una familia conyugal moderna paradigma de la familia burguesa. Padre- madre -hijo, donde el lugar del padre habría caído en desgracia, Lacan leyendo aquí lo que para le psicoanálisis aportaría esta tesis diagnosticará dificultades de constitución subjetiva en el Edipo. Y por tanto disminución de su fecundidad social y subjetiva.
Para 1953 lacan se acercará a la obra de Claude Lévi-Strauss, signando todos sus desarrollos teóricos posteriores. De este modo, gracias a los apartes del estructuralismo, la concepción lacaniana de la familia cambia y deja de ser pensada solo como los padres imaginaros en su efectos, para dar lugar a una familia pensada en sus efectos estructurales, a partir el padre muerto y la eficacia de lo simbólico que en su actuar siempre deja un resto inasible condición de cualquier posibilidad de constituirse en sujeto.
El estructuralismo reenvía a Lacan por la pregunta por el fundamento en Freud, así su encuentro con el padre del psicoanálisis es gracias a los desarrollos teóricos de las ciencias sociales y los hallazgos clínicos.
Cabe la pregunta si el psicoanálisis ha tenido vocación de discutir y apropiarse de distintas producciones culturales, cómo afectará las discusiones pos-estructuralistas y qué efectos tendrán en la teoría y la práctica psicoanalítica.

Notas
(1) Markos Zafiropoulos. “Lacan y las ciencias sociales. La declinación de la imago del Padre (1938-1953)”
(2) 1938
(3) Durkheim, “La famille conjugale” citado por Zafiropoulos. Pág. 61.
(4) Markos Zafiropolous “Lacan y las ciencias sociales. La declinación de la imago del padre (1938-1953). Ediciones Nueva Visión. 2002 Buenos Aires.
(5) Jacques Lacan “La Familia” Editorial Argonauta 2003.Buenos Aires Pág. 93
(6) Jacques Lacan “La familia” Editorial Argonauta. 2003 Buenos Aires. Pág. 84.
(7) Ídem. pag.129
(8) Markos Zafiropolous “Lacan y las ciencias sociales. La declinación de la imago del padre (1938-1953). Ediciones Nueva Visión. 2002 Buenos Aires.
(9) Ídem. Pág. 193
(10) Jacques Lacan “Seminario 5. Las Formaciones del Inconciente” Editorial Paidós.2004 Buenos Aires. Pág. 150.
(11) Jacques Lacan “Seminario 0. El mito individual del neurótico.(El hombre de las ratas) versión electrónica.
(12) Jacques Lacan “Seminario 4. Las relaciones de Objeto” Editorial Paidós.1994 Buenos Aires. Pág. 366.
(13) Markos Zafiropolous “Lacan y las ciencias sociales. La declinación de la imago del padre (1938-1953). Ediciones Nueva Visión. 2002 Buenos Aires. Pág 203








Bibliografía

• Sigmund Freud “Tótem y Tabú” Obras Completas. Editorial Biblioteca Nueva. 1981. Madrid
• Jacques Lacan “La familia” Editorial Argonauta. 2003 Buenos Aires.
• Jacques Lacan “Seminario 4. Las relaciones de Objeto” Editorial Paidós.1994 Buenos Aires
• Jacques Lacan “Seminario 5. Las Formaciones del Inconciente” Editorial Paidós.2004 Buenos Aires.
• Jacques Lacan “Obras completas” Edición Electrónica.
• Markos Zafiropolous “Lacan y las ciencias sociales. La declinación de la imago del padre (1938-1953). Ediciones Nueva Visión. 2002 Buenos Aires.

domingo, 12 de junio de 2011

Grupos de estudio Psicoanálisis


Grupo 1.- Introducción a la Clínica de la Orientación Lacaniana.

A partir de la premisa Lacaniana de “Volver a Freud” haremos un recorrido de los conceptos fundamentales del psicoanálisis, partiendo desde los conceptos inaugurales, tales como, inconsciente, síntoma, represión, pulsión, etc. Hasta encontrarnos con la restitución de dichos conceptos en la obra de Jacques Lacan. Entregando herramientas teóricas, que permitan una aproximación epistemológica y clínica de los conceptos. Cuando empezamos a leer sus textos nos preguntamos ¿Qué es el Otro? ¿Qué es el estadio del Espejo, Cuál es la diferencia entre el inconsciente Freudiano y el Lacaniano? ¿Cuál es la operatividad de los conceptos de falo, metáfora paterna y estructuras clínicas?

Grupo 2.- Introducción a la obra de Sigmund Freud

Se trata de un recorrido por los orígenes del psicoanálisis, rastreando los distintos descubrimientos realizados por Freud y sus efectos en la creación de un discurso y una práctica que hasta el día de hoy se sitúa como subversiva. Se propone interrogar los aspectos epistemológicos, su relación a la filosofía, la literatura y la obra de arte, situando sus conceptos fundamentales, el pensamiento clínico y la constante problematización de la cultura.

Ps. Carolina Vignoli: Psicoanalista practicante desde el 2003. En formación en la Escuela de la Orientación Lacaniana y el Instituto del Campo Freudiano (Argentina) desde 1998.

Ps. Francisco Pisani: Centro de Estudios e investigación en Psicoanálisis Lacaniano.

Inicio Julio 2011, frecuencia semanal.
Contacto: psfraniciscopisani@gmail.com - carolinavignoli@hotmail.com

Entrevista Éric Laurent

domingo, 13 de marzo de 2011

Proust y la pregunta por el tiempo, la memoria y el sujeto


En Delirio y sueño en la Gradiva de W. Jensen Freud hace un llamado de alianza con los poetas, en cuanto estos portarían un saber y una sensibilidad para percibir los movimientos enigmáticos de la vida psíquica. Las ciencias psicológicas se encuentrarían en un estado de atraso con respecto a la posición privilegiada de los poetas. Siguiendo a Freud, la relacion entre psicoanálisis y la obra de arte, no se trataría necesariamente de un psicoanálisis del autor o de los personajes, si no más bien algo del orden de la pregunta ¿qué es lo que le enseña al psicoanálisis la obra de arte?
De esta manera la propuesta de este texto es recortar algunas escenas de la novela En busca del tiempo perdido Del lado de Swann que nos permitan abrir un diálogo entre literatura, filosofía y psicoanálisis, situando algunos problemas que la obra de Proust permiten desplegar la pregunta por el tiempo, la memoria y sujeto.
La obra de Proust, en “Busca del tiempo perdido” (1) es extensa y compleja, se divide en siete libros, que son narrados por quien pareciera, ser la voz de autor. Por el Camino de Swan 1913, novela que inicia la serie, narra el recuerdo de la vida del joven protagonista, a una noche de desvelo en que la cadena de representaciones lo lleva a su niñez en Combray.

Viñeta 1. Combray: la memoria del beso materno.
“ En Combray, todos los días a partir del fin de la tarde, mucho antes del momento en que iba a tener que meterme en la cama y quedarme, sin dormir, lejos de mi madre y de mi abuela, mi dormitorio se convertía en el punto fijo y doloroso de mis preocupaciones”
“después de comer, ay, yo estaba obligado a separarme de mamá, que se quedaba a charlar con los otros”
“Mi único consuelo, cuando subía a costarme, era que mamá venía a darme un beso cuando ya esta en la cama. Pero esas buenas noches duraban tan poco tiempo, ella volvía a bajar tan rápidamente, que el momento en que la oía subir, seguido por el paso del corredor de doble puerta del leve rumor de su vestido de jardín en muselina azul, del cual pendía unos cordoncitos de paja trenzada, era para mí un momento doloroso. Anunciaba el que seguía, el momento en que ella ya me abría dejado, habría vuelto a bajar. De modo que anhelaba que esas buenas noches llegaran lo más tarde posible, para prolongar el tiempo en que mamá todavía no había venido. Algunas veces, después de haberme besado, cuando abría la puerta para irse yo quería llamarla, decirle “Bésame otra vez”, pero sabía que de inmediato iba a poner cara de enfado, pues la concesión que hacía a mi tristeza y a mi agitación al subir a abrazarme, a traerme ese beso de paz, irritaba a mi padre, que encontraba absurdos estos ritos, y ella hubiera querido hacerme perder la necesidad, la costumbre, en vez de dejarme adquirir la de pedirle, cuando ya estaba en la puerta, otro beso. Y verla enfadada destruía toda calma que me había traído hace un instante, al inclinar sobre mi su rostro cariñoso, tendido como una hostia para una comunión de paz de la que mis labios extraían su presencia real y el poder de dormirme”
“pero esas noches en las que a decir verdad, mamá se quedaba tan poco en mi cuarto, eran dulces en comparación con aquellas en las que había gente a comer y, como resultado, ella no subía a darme las buenas noches. La gente se reducía generalmente a monseñor Swann que, fuera de algunos desconocidos de paso, era casi la única persona que nos visitaba en Combray”
Dos tiempo: el presente insome y el de la niñez, en que aquel rito del beso de buenas noches con su madre aplacaba la angustia, aperejada con la tristeza del placer efímero y esquivo. Tiempo presente del ahora sin dormir del narrador, transpuesto a un pasado que tiene cierta vigencia en su acontecer. Lo pasado se constituye como presente. La soledad ante su propia historia, y ante los propios deseos, la madre no sube, y el niño superado por la angustia manda una nota con Francois la sirvienta, pidiendo que comparezca ante él, ella no responde, no responde a su anhelo, y este el que se constituye un recuerdo doloroso. El narrador compara esta escena con “esa angustia que experimentamos al sentir que un ser que amamos está en un sitio de placer, donde no estamos y al que no podemos ir”. Más allá del problema de una memoria ligada al dolor y a la angustia infantil, hay algo más que nos enseña Proust y es que en la intimidad del sujeto, aquello que pensamos como lo más propio, ese sí mismo ligado a la identidad individual, se nos muestra como ilusión. Para decirlo con Levinas, no es que la identidad, el sí mismo asimile al otro -la madre por ejemplo- en lo mismo, en el yo, sino más bien que lo mismo no es sin la alteridad, el yo no es nunca sin el otro. El sí mismo, la identidad del sujeto se funda en la relación con ese otro. Otro distinto a mi, que es la condición de posibilidad del yo. Proust nos enseña, en este fragmento, que aquello que pensamos más nuestro, nuestra intimidad, nuestra identidad, eso tan propio, está habitado ya por el Otro. Lo que Lacan llamrá “extimidad”, juego entre lo intimo y lo externo, lo extraño, algo ajeno que constituye lo propio. Y es en este sentido, que Levinas, coincide aquí con Proust, el tiempo “ no remite a un sujeto aislado y solitario, sino que remite a un sujeto con los demás” (Levinas el tiempo y el otro. P 77.) . El tiempo histórico, el de la ciudad, el medible, funciona bajo el supuesto de cierto flujo lineal y de progreso, incesante, etapa tras etapa, que implica la noción que el pasado condiciona el presente, y este al futuro, y así todo se puede cuantificar y predecir.

Viñeta 2. El recuerdo involuntario: el té y la magdalena

“Hacía ya muchos años que, de Combray, todo lo que no fuera el teatro y el drama de acostarme ya no existía para mí, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, contra mi costumbre, un poco de té. Me negué primero y luego, no sé por qué, cedí. Ella mandó buscar uno de esos bollitos, cortos y rollizos llamados magdalenas, que parecen haber sido moldeados en la valva ranurada de una concha de peregrino. Y luego, maquinalmente, abrumado por el pesado día y la perspectiva de un triste mañana, llevé a mis los labios una cucharada de té, en el que había dejado ablandarse un trozo de bizcocho. Y en el instante mismo en que el sorbo mezclado con las migas de bizcocho tocó mi paladar, me estremecí, atento a algo extraordinario que pasaba en mí. Un placer delicioso me había invadido, aislado, sin noción de lo que lo había causado.”
Proust pone en juego la noción division subjetiva, un yo que no es completamente soberano en su morada, el sujeto extranjero en su propia tierra, que emerge como un enigma para sí mismo. Es en este movimiento que interpela la noción del tiempo como pura linealidad, consecución de hechos, para mostrarnos, un tiempo otro, una alteridad. Él té con magdalena testimonian la ruptura de la continuidad de la conciencia, cuyo efectos son el de constituirse en pregunta para si mismo, un signo para sí. Impulsandolo a una búsqueda, a una investigación: En busca del tiempo perdido. Esta discontinuidad del tiempo abre una brecha que permite la entrada a la novedad, funda algo de lo nuevo en lo mismo, alteridad en la mismidad. Desgarro en el tejido de lo mismo que en cuya interrupción permite el acontecimiento, entendido como lo no previsto, la diferencia, hace que la aventura surja. La aventura semiológica , para decirlo con Roland Barthes, la aventura de los signos, cuyo misterio hay que investigar, descifrar. La búsqueda de la verdad. Situándose la dimensión del acontecimiento, en tanto discontinuidad en la mismidad nos dirá Levinas, como una pregunta por la ética. En la contingencia, se juega lo real que hace agujero a lo simbólico, cuyos efecto de sorpresa se orientan hacia el objeto a, causa de deseo. Es justamente algo del objeto a, que produce moviendo en la letanía del mundo de Proust, de este modo la búsqueda de la verdad, esta investigación en “la comarca oscura”, no es solo búsqueda, sino que se anuda a la creación. La búsqueda – creación, que se inicia con una huella, un rastro el cual se desea seguir, ligado al pasado a la memoria de otra época, que al mismo tiempo no deja de ser presente.

Tiempo, memoria y sujeto

La obra de Proust nos propone Deleuze es lo que su título nos indica, anuncia una investigación, una búsqueda, “Recherche” del tiempo perdido, es eso lo que le da la unidad a la obra entregándose a una investigación sobre los signos de una época, de una sociedad, de los otros, el lenguaje y de sí mismo.
El autor, nos sugiere Walter Benjamín, no ha escrito una gran novela de la vida tal como la ha vivido, una supuesta biografía, sino una vida tal como la recuerda. Lo que implica que en el ejercicio del recordar se pone en juego, el ejercicio del la creación, algo del orden de la producción, un hacer con el vacio, como propone Lacan en el seminario de la Ética del Psicoanálisis.
Memoria y olvido se entrecruzan en modo dialéctico, sin olvido no hay recuerdo, ni la posibilidad de memoria. El recordar nos remite a la huella, una ruina, un resto que habría que re- construir, cuyos materiales se tejen la ficción. La “memoria involuntaria” como la llama Proust es la dimensión de la alteridad, del acontecimiento, que lo convoca a recordar. La memoria que nos trae, no es la de la psicología individual, de ka cual nos muestra su falla, impotencia, sino que nos muestra que la memoria es siempre el testimonio del Otro.

Nota

Por el camino de Swann (1913)
A la sombra de las muchachas en flor (1919)
El mundo de Guermantes I y II (1921–1922)
Sodoma y Gomorra I y II (1922–1923)
La prisionera (póstuma, 1925)
La fugitiva (póstuma, 1927)
El tiempo recobrado (póstuma 1927)





Bibliografía
Benjamín, W. “Una imagen de Proust”
Deleuze, G “Proust y los Signos”
Freud, S. El delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen.
Levinas, E. “El tiempo y el otro”
Proust, M. “En busca del tiempo Perdido. Por el lado de Swann”
Lacan, J. “Semonario VII”

viernes, 4 de febrero de 2011

Sobre la traza y la escritura: apuntes sobre Freud y Derrida


Prolija memoria
Permite siquiera
Que por un instante
Sosieguen mis penas.
Afloja el cordel
Que, según aprietas,
Temo que reviente
Si das otra vuelta
Sor Juana Inés de la Cruz


Si la histeria sufría de reminiscencias causadas por acontecimientos traumáticos, era porque habría un lugar de inscripción donde estos se registraban. Es decir, existiría una pregunta por lo psíquico y por la memoria. “Toda teoría psicológica digna de alguna consideración habrá de ofrecer una explicación de la memoria” (Freud, 1981, p. 214). En 1895 intenta en un escrito intitulado y jamás publicado por él, dar cuenta de esta pregunta. Va a imaginar y diseñar es una "fábula neurológica", al decir de Derrida. Se trataría de un proyecto de Psicología científica, una "psicología que sea una ciencia natural" (Freud, 1981, p. 211). Nótese bien psicología, énfasis en pensar lo psíquico a partir de la cientificidad del cual Freud es heredero y portador.
En este apartado intentaremos mostrar un tránsito propuesto por Derrida(1), en la teoría freudiana en lo que respecta a la representación de la subjetividad. En un primer tiempo antes de 1900 previo al psicoanálisis propiamente tal, con el Proyecto de Psicología para neurólogos pondrá en juego para pensar lo psíquico un modelo de trazas, fuerzas y economía psíquica. Luego en La interpretación de los sueños [1900], se nombra por primera vez un aparato psíquico en sus tres instancias, que aparecería a partir de la figura de una lengua muerta, al modo de los jeroglifos y donde Freud aun no logra encontrar un modelo afortunado que se asemeje a este aparato. Será en 1925 cuando encontrará una metáfora que cumpla con las condiciones del funcionamiento de lo psíquico, en sus ensamblajes y superficies.
En el Proyecto se tratará de "representar los procesos psíquicos como estados cuantitativamente determinados de partículas materiales especificables, dando así a estos procesos un carácter concreto e inequívoco. El proyecto entraña dos ideas cardinales:
1. Lo que distingue a la actividad del reposo debe concebirse como cantidad (Q) sometida a leyes generales del movimiento;

2. Como partículas materiales en cuestión deben admitirse las neuronas, N y [Qή] y [neuronas y cantidad].” (Freud, 1981, p. 211)

El Proyecto será concebido a partir de sus observaciones clínicas psicopatológicas "en particular las representaciones hiperintensas, tal como ocurren en la histeria y en la neurosis obsesivas, donde... el carácter cuantitativo se destaca en mayor claridad que en condiciones normales," (Freud, 1981, p. 212). Esta preocupación clínica lo convoca a pensar y a representar los procesos psíquicos, para esto imagina dos clases de neuronas: unas ligadas a la función recepción, cuya característica seria la permeabilidad y la de no poner resistencia, a las que simboliza como neuronas [φ]; y otras impermeables, capaces de memoria, las neuronas [ψ]. Las primeras dejarían pasar la cantidad [Q] como si no poseyeran barreas de contacto o sea después, de pasar por ellas una excitación mantienen su identidad, quedan del mismo modo como estaban, vírgenes, prestas a otra nueva excitación; y las segundas donde habrían barreras de contacto, de modo que difícilmente dejan pasar cantidad [Q] a través de ellas. Estas neuronas pueden quedar después de la excitación en un estado distinto al anterior, o sea que ofrecen una posibilidad de representar la memoria.
Habrían entonces neuronas φ permeables que no ofrecen resistencias, sin capacidad retentiva y neuronas impermeables ψ, dotadas de resistencia y portadoras de memoria y por lo tanto de lo psíquico. Estas neuronas ψ son permanentemente modificadas por el pasaje de una excitación, o de otro modo, sus barreras de contacto quedan en un estado de permanente alteración. “La memoria esta representada por las facilitaciones (Bahnung) existentes entre las neuronas ψ” (Freud, 1981, p. 215). Ahora bien Freud dirá, que las facilitaciones no son iguales, sino que la memoria esta representada por las diferencias de estas facilitaciones o abrirse-paso, en un terreno que se resiste. La memoria es entendida, entonces como cierta persistencia de una vivencia que ha dejado una traza. Esta puede ser por cierta “magnitud” que produce excitación y un abrirse- paso y como a su vez, cierta frecuencia de repetición que no incrementa Qή, pero que sin embargo deja una impresión. La facilitación o el abrirse -paso dependería de la cantidad, que pasa por una neurona en el proceso excitativo y el número de veces que el proceso se repite. Repetición e impacto de cierta “magnitud” que dejan un resto, una huella.
Una tendencia primaria de los sistemas neurales, sostenida a pesar de sus modificaciones, es evitar alta cantidad de Qή, como también disminuir en lo posible esta carga. Sin embargo esta reducción es limitada, por lo que Freud llamaría el apremio de la vida, lo cual violaría así el principio de inercia- es decir tensión cero-, el sistema se vería obligado a conservar una reserva de cantidad Qή. Con este fin debe aumentar el número de neuronas impermeables, esto es capaces de memoria. Evitando así catexias por medio de abrirse-paso, es de notar que las facilitaciones sirven a la función primaria.
Las neuronas ψ comportarían varias conexiones con otras neuronas, varias barreras contacto, de esto dependería la posibilidad de seleccionar las excitaciones que a su vez determinan el abrirse-paso de modo diferencial. Estas diferencias en el abrirse-paso darían cuenta de la memoria, en la violencia de la inscripción de la huella.
Freud al introducir el problema de la cualidad nos dice “ni siquiera hemos mencionado el hecho que todas las teorías psicológicas, además de cumplir los requisitos planteados por el enfoque científico natural, deben satisfacer otra demanda fundamental. En efecto, habrá de explicarnos todo lo que conocemos de la más enigmática manera, a través de nuestra “conciencia”, y dado que esta conciencia nada sabe de lo que hasta ahora hemos estado presuponiendo –de cantidades y neuronas- y dicha teoría habrá de explicar también esta falta de conocimiento” ( Freud, 1981, p. 221).
De lo que se trataría es de la descripción de procesos psíquicos, que están fuera del conocimiento de la conciencia. La conciencia suministra cualidades, sensaciones que hablan de diferencias y “cuya alteridad es discernida en función de las relaciones con el mundo exterior” (Freud, 1981, p. 222).
Para Freud ni los sistemas φ ni el ψ, cumplen con las condiciones para dar cuenta de la conciencia, y es entonces cuando introduce un tercer sistema de neuronas ω –wahrnehmung (W), percepción-. Seria un sistema perceptual que estaría en relación con los otros dos y cuya excitación daría cuenta de las distinciones de la cualidad. Tres sistemas neurales que se disponen de tal forma, que funcionarían de modo relacionado. Las neuronas ω φ ψ darán cuenta de los proceso psíquicos, a partir del abrirse- paso cuyo efecto es un resto, memoria de una violencia de la traza.
Paul Ricoeur, nos dice a propósito de este texto "pero lo curioso, es que Freud no va mas allá, en el proyecto, en cuanto a determinar la naturaleza de "Q". No se enuncia ninguna magnitud: solo se habla de "cantidades bajas" o de "cantidades excesivas", pero sin ley numérica alguna relativa a la cantidad. ¡Extraña cantidad esta!" (Ricoeur, 1987, p.67). Más que una energética pareciera ser un modelo, una metáfora. El Proyecto de psicología científica no esta gobernado por números a pesar del énfasis en la cantidad, sino que como Freud dirá son “ideas cardinales” lo que se desprende del Proyecto. Por una parte, son principios físicos como el de la constancia y el de la inercia. Este último se sostiene en la tendencia de todo sistema, intenta reducir sus propias tensiones a cero, a partir de descarga de cantidades, una tendencia a librase de ellas. Por su parte la ley de la constancia da cuenta de que todo sistema tendería a mantener lo más bajo posible su nivel de tensión. Ahora bien el sistema propuesto debe vérselas con la imposibilidad de eliminar todas las tensiones, por lo que Freud llama el apremio de la vida, dado que tensión cero seria igual a la muerte.
En el juego de Cantidad Qή, propuesto por Freud, se desprende la idea de que a mayor cantidad de tensión o de cantidad Qή habría mayor displacer. En la descarga de este monto energético se encontraría el polo del placer. En esta relación se puede rastrear, cierta continuidad con más allá del principio del placer [1920]. El sistema intentará mantener cantidad Qή en el menor nivel posible y defenderse del aumento para mantener su nivel. Habría una proporción entre cantidad Qή de excitación y el esfuerzo requerido para la fuga del estimulo de modo que el principio de inercia no sea violado por ello. El sistema neural se ve forzado a renunciar a su principio de inercia, debe de algún modo tramitar las cantidades Qή acumuladas para la satisfacción de las exigencias por una acción específica. Los estímulos endógenos, somáticos requieren ser descargados, como por ejemplo de hambre, sed o sexuales, sólo con una acción especifica, dirigida al mundo exterior. Esto seria el apremio de la vida, al decir de Freud, lo que significa un abandono de la tendencia a la inercia o de otro modo tensión cero. “según un motivo que no dejará de regir el pensamiento de Freud, se describe este movimiento como esfuerzo de la vida que se protege a si misma difiriendo la inversión peligrosa, es decir, constituyendo una reserva (vorrat). El gasto o la presencia amenazadores son diferidos con la ayuda del abrirse-paso o de la repetición. ¿No es esto ya un rodeo (Aufschub) que instaura la relación del placer con la realidad? ¿No es ya esto la muerte en el principio de una vida que no puede defenderse con la muerte más que por la economía de la muerte, la diferancia, la repetición, la reserva?” (Derrida, 1989, 278).
Anatomía fantástica que Freud imagina y que portará como proyecto mucho de lo que el psicoanálisis desarrollará. Fisiología consistente en una economía basada en la cantidad sin números, en juego de inhibiciones, barreras de contacto, abrirse- paso (Bahnung) violencia de la traza, en una plataforma que se resiste en oposición de fuerzas. Una economía de la vida y de la muerte.
Es un esfuerzo científico en forma de fábula y un ejercicio interpretativo a partir de la clínica. Un trabajo de desciframiento del síntoma, en la textualidad de los trazos inscritos. Las diferencias entre los abrirse-paso, sería lo propio de la memoria, pura diferencia y en consecuencia de lo psíquico. Solo esa diferencia permitiría la elección de caminos, de itinerarios del abrirse-paso (Bahnung). Entonces la memoria podría pensarse como la pura diferencia del abrirse- paso en territorio de lo psíquico.
En La interpretación de los sueños [1900] Freud intenta mostrar una técnica que permitiría llevar a acabo lo que el título de esta obra pone en juego. Lo que supone para nuestro autor, poner a trabajar la pregunta por lo onírico como producto y efecto de procesos psíquicos representados en una topología. El modo metafórico que propondrá Freud en esta obra, se trataría de una máquina óptica. Donde nuevamente, al igual que en el Proyecto prescinde de la anatomía conocida (2), para desarrollar “la idea… de una localidad psíquica. Vamos ahora a prescindir por completo de la circunstancia de sernos conocidas también anatómicamente el aparato anímico de que aquí se trata y vamos a eludir asimismo toda posible tentación de determinar en dicho sentido la localidad psíquica. Permaneceremos, pues, en un terreno psicológico y no pensaremos sino en obedecer a la invitación de representarnos el instrumento puesto al servicio de las funciones anímicas como un microscopio compuesto, un aparato fotográfico o algo semejante. La localidad psíquica corresponderá a un lugar situado en el interior de este aparato, en el que surge uno de los grados preliminares de la imagen. En el microscopio y en el telescopio son estos lugares puntos ideales; esto es, puntos en los que no se halla situado ningún elemento concreto del aparato. Creo innecesario excusarme por la imperfección de estas imágenes y otras que han de seguir. Estas comparaciones no tienen otro objeto que el de auxiliarnos en una tentativa de llegar a la comprensión de la complicada función psíquica total, dividiéndola y adscribiendo cada una de sus funciones aisladas a uno de los elementos del aparato… Creo que nos es licito dejar libre curso a nuestras hipótesis, siempre que conservemos una perfecta imparcialidad del juicio y no tomemos nuestro débil armazón por un edificio de absoluta solidez.” (Freud, 1981, p. 672) Esta imperfección a que Freud hace referencia, viene dada ya desde el Proyecto cuando intenta representar la complejidad de lo psíquico con lo que podríamos llamar su condición necesaria “retener y permanecer, no obstante, receptivo”. La máquina óptica, no cumple con estos requisitos, sin embargo permitiría por su parte representar lo psíquico como localidades. Que se articularían de modo conjunto, con cierta direccionalidad y espacialidad de los lugares asignados, para que de modo “virtual”, en esa idealidad de lo psíquico, como una suerte de montaje, este emerja. Podríamos decir que para Freud, como aquí representa la complejidad que nos ocupa, se definiría como un “entre” desde donde se pone en juego lo psíquico y no en una anatomía o lugar describible en lo real.
“Nos representamos, pues, el aparato anímico como un instrumento compuesto a cuyos elementos damos el nombre de instancias, o, para mayor plasticidad, de sistemas.”(Freud, 1981, p. 672) Estos sistemas/instancias, se presentarían en una espacialidad y una direccionalidad, similar a los diversos sistemas de los lentes del telescopio, dispuesto uno detrás de otro. “En realidad no necesitamos establecer la hipótesis de un orden verdaderamente espacial de los sistemas psíquicos. Nos basta con que exista un orden fijo de sucesión establecido por la circunstancia de que en determinados procesos psíquicos la excitación recorre los sistemas conforme a una situación temporal determinada” (Freud, 1981, p. 672). esta direccionalidad es fundamental dado que el sueño será pensado como un “ir en contra” de ésta, o como Freud lo denomina propiamente como regresión. Concepto que da cuenta de un pasado trazado que retornaría o de un presente siempre anterior o demorado.
Freud desarrollará a propósito de estos sistemas, tres instancias psíquicas que nombrará como lo conciente, pre conciente y lo inconciente. Comportarían lugares y a su vez funciones, dadas por la direccionalidad y juegos de fuerzas en el que cobrarían su sentido. La labor onírica es para Freud siempre un cumplimiento de deseo inconciente, que buscaría su realización en esta figurabilidad que el sueño ofrecería. Esto sería posible solo partir de la transformación o traducción de la transferencia de representaciones a través de las instancias que en el sueño se harían manifiestas. Esto es siempre bajo la mirada cauteladora de una instancia crítica y del mecanismo de la regresión. Ambos conceptos en su diferencia y pertinencia permitirán la figurabilidad del sueño. Restando así un contenido latente solo conocible por la interpretación en donde se alberga el sentido del mismo. Es decir el sentido deviene solo a posteriori nunca es originario ni esta dicho de ante mano.
Las ideas latentes y el contenido manifiesto son para Freud dos versiones al mismo contenido. Ambas difieren en su modo de manifestarse, asemejándose al trabajo de traducción de un texto. De este modo lo latente se hace comprensible sólo luego de este ejercicio. “Las ideas latentes nos resultan perfectamente comprensibles en cuanto las descubrimos. En cambio, el contenido manifiesto nos es dado como un jeroglífico, para cuya solución habremos de traducir cada uno de sus signos al lenguaje de las ideas latentes. Incurriríamos, desde luego, en error si quisiéramos leer tales signos dándoles el valor de imágenes pictóricas y no de caracteres de una escritura jeroglífica.” (Freud, 1981, p. 516) Representación textual de lo psíquico, dado un tejido cifrado donde el sueño es una escritura arcaica a descifrar.
Freud se pregunta “si muchos de tales símbolos no poseerán siempre, como ciertos signos de la taquigrafía, una significación fija, y nos sentimos tentados de componer una nueva “clave de los sueños”. (Freud, 1981, p. 559) La escritura china, daría ciertas luces a esta interrogación pertinente en Freud, en la medida que no se trataría de códigos estáticos. La escritura idiogramática se trataría de significaciones dependientes del contexto en que se hallan inscritos aquellos símbolos. El sentido se produce por el valor diferencial de los signos ubicados en relación a otros. El sueño procedería bajo el mismo principio La comparecencia ante la significación latente del sueño solo sería posible con un ejercicio de traducción, el cual nunca sería total o mera trascripción, sino que su condición es la pérdida. Dado que el contenido manifiesto y el latente en el sueño no estarían dados en relación de identidad. Lo manifiesto es una escritura antigua y lo latente es una producción a posteriori de traducción e interpretación, por lo tanto, nunca acabada, ni total. Freud dirá que existiría un punto siempre inalcanzable, que se restaría a la interpretación que lo denominará como ombligo del sueño. “En los sueños mejor interpretados solemos vernos obligados a dejar en tinieblas determinado punto, pues advertimos que constituye un foco de convergencia de las ideas latentes, un nudo imposible de desatar, pero que por lo demás no ha aportado otros elementos al contenido manifiesto. Esto es entonces lo que podemos considerar como el ombligo del sueño, o sea el punto por el que se halla ligado a lo desconocido. Las ideas latentes descubiertas en el análisis no llegan nunca a un límite y tenemos que dejarlas perderse por todos lados en el tejido reticular de nuestro mundo intelectual. De una parte más densa de este tejido se eleva luego el deseo del sueño.” (Freud, 1981, p. 666) Algo se resta, se sustrae y se pierde al “tejido reticular de nuestro mundo intelectual” al momento de interpretar. El ombligo del sueño es un punto de convergencia de las ideas latentes, un nudo imposible de desatar ligado a lo desconocido. Se podría pensar como lejanía y agujero que hace de límite a algo que no tendría límite.
Para Freud el sueño se trataría de una escritura original, que pone en escena la palabra sin oponerse a ella. Piensa un modelo de escritura irreductible al habla y que comporta como los jeroglíficos, elementos pictográficos, ideogramáticos y fonéticos. El sueño no sería, de este modo un lenguaje, sino que estaría en analogía con la escritura antigua. “Teniendo en cuenta que los medios de representación del sueño son principalmente imágenes visuales y no palabras, habremos de equipararlo más adecuadamente a un sistema de escritura que a un lenguaje. En realidad, la interpretación de un sueño es una labor totalmente análoga a la de descifrar una antigua escritura figurada, como la de los jeroglíficos egipcios. En ambos casos hallamos elementos no destinados a la interpretación, o respectivamente, a la lectura, sino a facilitar, en calidad de determinativos, la comprensión de otros elementos. La múltiple significación de diversos elementos del sueño encuentran también su reflejo en estos antiguos sistemas gráficos, lo mismo que la omisión de ciertas relaciones que en uno y otro caso han de ser deducidas del contexto.” (Freud, 1913, p. 1858) El sueño se resiste a la traducción directa o a la identidad pura de un significante y un significado, se rebela a ser símbolo o un código pre-establecido. Esta escritura original comporta una masa de elementos codificados en el curso de la historia de un sujeto y inscrito en el devenir colectivo. “Mi procedimiento no es tan cómodo como el popular método “descifrador”, que traduce todo contenido onírico conforme una clave fija. Por el contrario, sé que el mismo sueño puede presentar diferentes sentidos, según quién lo sueñe o el estado individual al que se relacione.” (Freud, 1981, p. 411).
En 1925 con el wunderblock que Freud encuentra como representar lo psíquico con la condición que tenga una superficie siempre virgen y un lugar para la inscripción, lugar y tiempo de la memoria. El modo de pensar lo psíquico será la escritura: “Hace poco ha surgido en el comercio, con el nombre de “block maravilloso”… -que- si lo observamos más detenidamente encontramos en su construcción una singular coincidencia con la estructura por nosotros supuesta de nuestro aparato perceptor y comprobamos que puede, en efecto, ofrecernos dos cosas: una superficie receptora siempre pronta y huellas permanentes de las anotaciones hechas” (Freud, 1981, p. 2809). En este objeto, encontramos lo que Freud presentaba como condición necesaria de lo psíquico: capacidad ilimitada para la recepción y conservación de las trazas. Se trataría de una maquina escritural. Lo psíquico será representado como un texto, como una escritura.
Es en el Wunderblock,(3) donde realiza lo que en el Proyecto consigna por “el momento inimaginable” y en él proyectará al conjunto del aparato psíquico. El texto de lo psíquico se fundará en la violencia de la traza, inscripción de una escritura representada en una maquina escritural. Que no funciona sola, en sí misma es un cadaver, requiere de “dos manos” una que escribe y otra que levante la lámina para la desaparición de la huella. La huella comporta un doble estatuto desde su impresión con el punzón: la repetición, desaparición, la legibilidad e ilegibilidad. La huella se borra a si misma, se resta a si misma, está presta a su borradura. El sujeto de la escritura solo existe a condición de las distintas capas, laminillas, superficies, juego de fuerzas y resistencias y de la represión. Interjuegos de tramas, sistemas en superposición.
Freud recurre a modelos metafóricos, que no tienen relación con la lengua hablada, ni con la escritura fonética, sino con la grafía nunca sometida totalmente a la palabra.”Apela con ella a signos que no vienen a transcribir una palabra viva y plena, presente a sí y dueña de sí” (Derrida, 1989, p. 274).
En el proyecto se trataría de una metáfora neurológica y no una descripción, diferencia que signaría con precisión el esfuerzo freudiano de “no confundir el andamio con el edificio”. Se trata de pasos abiertos por donde más tarde los sueños usarían aquellos surcos. En la Traumdeutung nos presenta al sueño como enigma, comparado con el sistema de escritura antigua jeroglífica y no con un lenguaje. Escritura silenciosa, que no tiene nada que comunicar al igual que el jeroglífico.
En el Proyecto se trataría de huellas sin escritura, en la interpretación de los sueños máquina óptica y en wunderblock lo psíquico se asimila a la abstracción de una máquina escritural. Un tránsito en que se puede leer en Freud el paso desde la traza hacia una escritura.
El block maravilloso “es a la vez una profundidad sin fondo, un infinito remitir, y una exterioridad completamente superficial: estratificación de superficies, cuya relación consigo, cuyo interior, no es más que la implicación de otra superficie igualmente expuesta. En él se juntan las dos certezas empíricas que nos constituyen, la profundidad infinita en la implicación del sentido, en el envolvimiento ilimitado de lo actual y, simultáneamente, la de la esencia pelicular del ser, la carencia absoluta de fondo” (Derrida, 1989, p. 307). Lo psíquico quedaría dispuesto a partir de una topología plurilaminar, cuya profundidad, no estaría dada más que por la superficie escritural, por una huella que desaparece ante sí misma.



1) Freud y la Escena de la Escritura en La Escritura y la Diferencia. Ed. Antropos.)

(2)“Morfológicamente al menos –es decir, desde el punto de vista histológico- no se conoce ninguna prueba de la misma.” Pág. 217 proyecto. Por lo tanto, se puede pensar menos en descripción neurológica que en forma metafórica

3) Dejemos la magnifica descripción de Freud del el block maravilloso, cito en extenso “es una lámina de resina o cera de color oscuro, encuadrada en un marco de papel y sobre la cual va una fina hoja transparente, sujeta a su borde superior y suelta al inferior. Esta es la parte más interesante de todo el aparato. Se compone, a su vez de dos capas separables, salvo en los bordes transversales. La capa superior es una lámina de celuloide, y la inferior, un papel encerrado muy delgado y traslucido. Cuando el aparato no es empleado, la superficie interna del papel encerado permanece ligeramente adherida a la cara superior de la lámina de cera.
Para usar este block maravilloso se escribe sobre la capa de celuloide sobre la hoja que cubre la lámina de cera. Para ello no se emplea lápiz ni tiza, sino, como en la antigüedad, un estilo o punzón. Pero en el block maravilloso, el estilo no graba directamente la escritura sobre la lámina de cera, que por medio de la hoja que la recubre, adhiriendo a la primera, en los puntos sobre los que se ejerce presión, la cara interna del papel encerado, y lo trazos así marcados se hacen visibles en un color más oscuro, en la superficie grisácea del celuloide. Luego cuando se quiere borrar el escrito basta separar ligeramente de la lámina la hoja superior, cuyo borde inferior queda libre. El contacto establecido por la presión del estilo entre el papel encerado y la lámina de cera, contacto al que se debía la visibilidad del escrito, queda así destruido, sin que se establezca de nuevo al volver a tocarse ambos, el block maravilloso aparece otra vez limpio y dispuesto a acoger nuevas anotaciones” (Freud, 1981, p. 2809).

Bibliografía

• Derrida, J. (1989). La escritura y la diferencia. Barcelona. Editorial Anthropos.
• Ferro, R. (1995). Escritura y desconstrucción. Lectura (h)errada con Jacques Derrida. Buenos Aires. Ed. Biblos.
• Freud, S. (1981). Estudios sobre la histeria. Madrid. Editorial biblioteca nueva. Tomo I.
• Freud, S. (1981). Proyecto para una psicología para neurólogos. Madrid. Editorial biblioteca nueva. Tomo I.
• Freud, S. (1981). La Interpretación de los Sueños. Madrid. Editorial biblioteca nueva. Tomo I.
• Peretti, C (1989). Jacques Derrida. Texto y reconstrucción. Barcelona. Anthropos.