viernes, 14 de enero de 2011

Freud, el mito y el retorno de lo reprimido





Francisco Pisani

Freud deseó hacer del psicoanálisis una ciencia natural aunque, al parecer, se fue alejando cada vez más de este propósito a lo largo de su obra. Llamó a los poetas a construir una alianza con el psicoanálisis, por que ellos estarían más avanzados que los científicos en materia de conocimientos respecto al alma humana. A su vez Freud es uno de los pocos autores modernos que inventan un mito, a saber La Horda Primitiva. Pareciera ser que en el psicoanálisis se repitiera algo del orden de su fundamento y descubrimiento, es decir el retorno de lo rechazado. La ciencia excluyo en su origen al sujeto, y al cualquier saber que no funcionara bajo la consigna del método científico. En el psicoanálisis habría un retorno de aquello reprimido por la ciencia, el mito, la literatura, los saberes populares. Por ejemplo en La Interpretación de los sueños donde Freud acude la sabiduría popular para pensar la escena de los sueños, pero no desde una adscripción sin critica a éste, sino más bien a partir y desde la escucha y los descubrimientos que había realizado en su clínica.
Freud inventa un mito para dar cuenta del origen del lazo social fundado en el asesinato del padre de la horda primitiva por parte de los hermanos excluidos por él. Era un padre violento y celoso de sus mujeres. Solo él tenía el privilegio y el poder de gozar de ellas. Los hermanos un día se organizan y ponen en acto lo que no habrían logrado individualmente, le dan muerte a su padre, lo devoran haciendo un festejo canibalista. Lo incorporan y se identifican con su fuerza a partir de su cuerpo devorado. Pero los hermanos también amaban a su padre, es decir había en ellos sentimientos ambivalentes -odio por lo que les privaba y a las vez amor- a su figura. Es a partir de estos acontecimientos que nace en ellos el arrepentimiento y una conciencia de culpa compartida. El muerto se volvió más poderoso de lo que era en vida. Lo que antes él había impedido con su existencia ahora ellos mismos se lo impedían en una situación psíquica de obediencia de efecto retardado -nachträglich-(Freud). Declararon no permitida la muerte del sustituto paterno -el tótem- y renunciaron a las mujeres de su horda, ahora liberadas. Como cada uno de los hermanos habría querido ocupar el lugar del padre muerto, el que hubiera osado hacerlo, habría de correr su misma suerte. Fundando así la prohibición del incesto, la exogamia y el principio del intercambio, si es que deseaban seguir viviendo en comunidad. Así salvaron la unidad que los había hecho fuerte y que podría haber descansado en quehaceres y sentimientos homosexuales, tal vez nos dice Freud, establecidos en ellos en épocas del destierro. Es en este mito donde sitúa el origen de la vida en el lazo social y la religiosidad.
Este mito intenta articular dos registros a las cuales llamaremos filogenético y ontogenética, conecta el desarrollo de la especie humana a partir del mito de la horda y el registro del devenir individual. En otras palabras, el asesinato del padre y su regreso después de muerto con mayor potencia y eficacia que cuando estaba vivo, se manifiesta en la conciencia de culpa de los hermanos. Es partir de esta culpabilidad que se cimentará el lazo social y la religión. Se instala la prohibición del incesto, el origen de la exogamia y el principio del intercambio, en otras palabras es la posibilidad de la represión -no todo es posible, no todo se puede hacer- y su concomitante la sublimación como posibilidad de la cultura. Esta represión pone en juego el centro del psicoanálisis como el retorno de lo reprimido, un resto irreducible que pulsa por volver. El mito de la horda primitiva nos dice Freud, coincide con dos deseos reprimidos en el Complejo de Edipo algo del orden del incesto y del asesinato al progenitor.
Tras el asesinato del padre y su asimilación por el banquete totémico ocurre una ganancia que reside en la culpabilidad, donde los hermanos acceden al poder del padre, se convierten en él y él en ellos, dejando de ser excluidos y se vuelven padres a su vez. Doble movimiento, que dará origen a las instituciones, pero que no garantizará su perfecto funcionamiento, un resto / algo quedará excluido, sin representación. La muerte del padre queda un agujero, el cual intenta ser llenado por el tótem, representación que dará cuenta de un vacío y que fallará en la obturación completa de aquella falta que se instala como irreducible, resto inasimilable que vuelve en la conciencia de culpa. Inauguración y falla de lo simbólico, en tanto que lo traumático pone en suspenso la representación. Freud pondría en juego dos irrepresentables psíquicos (la relación sexual y la muerte) y las representaciones estructurantes como la identificación al padre. El asesinato del padre es una repetición, no esta en juego una representación, lo que permitiría pensar algo de lo traumático en la medida que podemos ejemplificarlo en relación a escenas de seducción o violencia, que vuelven, sin poder ser representados, ni nombrado. Es así como el asesinato del padre de la horda primitiva pudo repetirse, sin ser representado. Hasta que la devoración -identificación con el padre gracias al banquete canibalista, podría pensarse como un acto simbólico de identificación al padre. Es justamente este banquete totémico que hace corte de la mera repetición, donde la identificación simbólica con el padre muerto da lugar a una diferencia, una entrada a otro orden: el de la cultura, el lazo social, la religiosidad, pero que no asegura un funcionamiento sin fallas, donde un resto no cesaría de no inscribirse.

1 comentario:

  1. excelente redaccion es lo mas cercano a populus que se da para como podriamos decir"freud para las masas".

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